"The broadsword and the beast", Jethro Tull, 1982, Chrysalis



Se cuenta por ahí que Ian Anderson había previsto que el que sería el álbum de 1980 de Jethro Tull apareciera en realidad como su primero solista; quizá por eso acusa ciertas diferencias importantes con el sonido más inmediatamente asociado a la banda, en particular en cuanto al uso de secuencias y sintetizadores. Es decir: Anderson sabía que "eso" sonaba no tanto a Jethro Tull como a un posible proyecto personal, independiente de la identidad estético-musical de su banda. Pero las cosas no fueron tan simples y "A" entró en la discografía de Jethro Tull. ¿Cuál pudo ser el paso siguiente? Incorporar todo lo que había experimentado ese álbum al sonido más "estándar" de la banda, y el resultado es el último clásico indudable de Jethro Tull. No quiero decir que no sigan buenos discos ("Crest of a Knave", "Roots to branches") sino porque pasado el declive de "Under wraps" la banda emergió cambiada y algo pareció perderse, quizá esa "esencia" que su lider identificó con Jethro Tull a la hora de, originalmente, estimar que "A" fuera un disco solista y no uno de banda. Pero quién sabe. En cualquier caso, "The broadsword and the beast" es un álbum delicioso y, sin duda, el cierre definitivo de la etapa más brillante de la banda. Después de "Heavy horses" y del excelente pero más irregular "Stormwatch", después del interesante pero no tan convincente "A", el de 1982 ofrece todo lo que hace o hacía a Jethro Tull (casi al nivel de caricatura a veces, pero con eso se juega en la bella portada) presentado con un sonido hermoso en sí mismo, quizá el más delicado de toda la discografía.
En cuanto a las canciones, está claro que el plato fuerte -emocional y musicalmente- está en "Slow marching band", que cierra el lado A, pero el rock maduro y algo cansado de "Fallen on hard times" sin duda vale la pena, igual que "Clasp" y"Beastie". Otro gran momento -el segundo en belleza, diría yo- es sin duda "Beastie", la apertura del lado A, y uno de los más grandes ejemplos (en su introducción, hasta la entrada de la guitarra metalero/ochentosa de Barre) de una estética que se apoya en lo ambient a lo largo y a lo ancho de la discografía de Jehtro Tull. Quizá me animaría a decir que pocas veces en esa discografía sonó tan cinematicamente su música: la imagen del amanecer atisbado desde una barca que se acerca a la tierra -bueno, esto es lo que me evoca a mi- en los momentos previos al desembarco del héroe que atacará a la bestia (esquema argumental que, por supuesto, la letra de la canción desmonta y reescribe) es de una belleza singular, casi un canto del cisne para la banda. Y lo que sigue es quizá menor, pero para nada deleznable: "Pussy willow", las secuencias de "Watching me, watching you" (que prefiguran por sonido el disco que vendría dos años más tarde y al que superan en todo) y "Seal driver", otro lindo ejemplo de atmósferas mangníficamente trabajadas. El álbum cierra con "Cheerio", que guiña al folk medieval típico de la imagen que se tiene de la banda, pero lo presenta con sonidos que logran ser interesantes en sí mismos: cierta reverberación, ciertas texturas ensambladas desde la voz de Ian Anderson y, después, sobre la

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