"The next day" (y "The next day extra"), David Bowie, 2013, ISO/Columbia

Diez años después de "Reality" (2003), Bowie  hizo aparecer -aparentemente por arte de magia: luego se sabría de los dos años de sesiones de grabación mantenidas en secreto- el primer single del que sería su vigesimo cuarto álbum de estudio. Así, el 8 de enero de 2013 fue publicado el video de "Where are we now?", seguido dos meses más tarde por el álbum al que pertenece.
Sin duda esa década de silencio contribuyó al lustre de "The next day", que no necesariamente está a años luz de distancia en cuanto a calidad de "Heathen" (2002) o, por ir un poco más atrás, el algo desprolijo pero fascinante "1.Outside" (1995); habría que esperar hasta "Blackstar", es decir, para alcanzar la obra maestra tardía que merecía una carrera con picos de la altura de "Low" (1977) y "Station to station" (1976), pero lo contenido en el álbum de 2013 sin duda está entre la mitad de mayor calidad de la obra de Bowie, por decirlo de alguna manera.
El disco es más truculento de lo que parece, y a una sensación general roquera o incluso ligera (con un par de excepciones: el primer single y el cierre, que sin duda termina por ser lo mejor del disco y de lo mejor del Bowie tardío) hay que superponer lo hermético o incluso impenetrable de las letras que, como no debería sorprender tratándose de Bowie, juegan a colocarse a distintas distancias de una posible fuente autobiográfica. En ese sentido, sin duda es "Where are we now?" el momento donde más claramente Bowie parece hablar de Bowie o, mejor dicho, de un Bowie en particular, para muchos -incluyéndome- el mejor Bowie: el adicto a la cocaína en recuperación, virtualmente esquizofrénico, replegado y frágil autor de "Low", ese disco depresivo cuya contrapartída maníaca es "Heroes", del mismo año. Así, desde referencias en primera instancia evidentes a Berlín -donde Bowie intentó más o menos consistentemente reconstruir su vida junto a Iggy Pop, en 1977- la canción se ofrece en una primera instancia como una reconstrucción de esos años centrales; sin embargo, una segunda lectura más cuidadosa (las referencias por ejemplo a tomar trenes desde la estación de Postdamer Platz, algo imposible en la época en que Bowie anduvo por ahí, dado que, nada más y nada menos, por ahí pasaba el muro) sugiere la construcción de un tiempo múltiple, un poliedro tetradimensional cuyas facetas aparecen en momentos diferentes de la historia (algo similar, pero más sutil, a la letra de "Tangled up in blue", de Dylan, o a cierta zona de la poesía de Apollinaire). Pero, recordemos, la tapa de "The next day" es la de "Heroes" tapada por un cuadrado blanco.
Otras de las canciones prefieren proponer narradores y protagonistas ficcionales: en "Valentine's day" es conjurado un asesino serial adolescente al estilo de la masacre de Columbine, mientras que en "I'd rather be high" es convocado un soldado también juvenil en una guerra no del todo especificada o, quizá, a la manera de "Where are we now?" un monstruo tetradimensional hecho de combates diferentes atravesados por una misma, imposible persona.
En tanto álbum, acaso "The next day" termina siendo un poco largo por demás, de manera que en su zona central la propuesta se vuelve un poco más tenue. Así, entre "If you can see me" y "How does the grass grow" acaso se intercalen las composiciones relativamente menos interesantes entre las propuestas, aunque todas ellas ofrecen momentos deliciosos. "Boss of me", por ejemplo, para muchos reseñistas la peor del disco, ofrece no sólo algunas trampas en su letra (no sólo es dificil determinar a quién se refiere en tanto "jefa" sino que los versos "You look at me and you weep /  For the free blue sky /  I look to the stars / As they flicker and float in your eyes / And under these wings of steel / The small town dies" parecen despegarse de la lectura que venía siendo propuesta por los versos anteriores sino que termina por ofrecer una sensación de misterio extremadamente coherente con los otros momentos oscuros o herméticos del álbum) sino que nos regala el más bello de los puentes del disco, justamente bajo los versos recién citados.
Los primeros seis temas, sin embargo, son un arranque irreprochable e implacable, y si Bowie hubiese yuxtapuesto a estos los dos últimos del álbum sin duda "The next day" se habría visto beneficiado en términos de intensidad. El sonido intrincado y detallado al máximo de "The stars (are out tonight)", por ejemplo, es asombroso, del mismo modo que la oscuridad siniestra de "Love is lost" o el cabaret de droogos y drencrom de "Dirty boys", o incluso el anticlericalismo salvaje de "The next day", que le valió a Bowie acaso su última polémica de relieve.
Pero lo mejor de "The next day" está en su final: la agresión enfervorizada de "You feel so lonely you could die", entonces, hace tan improbable no sólo determinar a quién está dirigido el ataque sino, incluso, estar seguro de que no sea una paliza extrema autoinfligida al estilo de "Idiot wind", por citar otra referencia Dylanesca (y del mismo disco, el magistral "Blood on the tracks", de 1974), que en el caso de Bowie -y tomando como referencia una vez más "Where are we now?", que por algo terminó elegida como mascarón de proa del álbum- ha de pensarse como un ataque a una de las tantas encarnaciones del músico a lo largo de los años de su carrera, algo similar a lo que había hecho "Bring me the disco king" en "Reality". Y, después, "Heat", el momento más intrincadamente desolador y a la vez hermético del álbum, cuyos versos "My father runs the prison" (y  es interesante el uso del artículo definido "the" en lugar del indefinido "a") parecen prenderse al oyente como un parásito de por vida.
Quizá una manera alternativa de pensar "The next day", y una que lo vuelve todavía más interesante y fascinante, es verlo como apenas una parte de un conjunto de composiciones en la etapa tardía de Bowie; en rigor, el período dejó veintidós canciones, que quedaron repartidas en las tres ediciones propuestas. Así, "The next day" en tanto álbum arranca con su title-track y termina con "Heat", a la vez que la edición "deluxe" incorporó cuatro bonus tracks y una subsiguiente "The next day extra" propuso esos bonus tracks y seis más (incluyendo una deliciosa versión mock-barroca de "I'd rather be high" y un remix de "Love is lost" construido con un loop armado a partir del riff de sintetizador de "Ashes to ashes" y fragmentos de "Clapping music", de Steve Reich) bajo la forma de un segundo disco. Así pensado -como álbum doble acaso- sin duda gana "The next day", y su segundo disco incluye momentos especialmente experimentales y asombrosos.
Otra manera de pensarlo, por supuesto, es pensar que cabía elegir digamos doce entre esas veintidos canciones y ensamblar una obra maestra incuestionable, pero eso de alguna manera parece ajeno al cableado mental de Bowie y, sin duda, termina pasando por una posibilidad más bien conservadora. Pensado como álbum doble, entonces, el disco dos de "The next day" abre con "Atomica", uno de los mejores y más brillantes momentos de la propuesta completa, incluye un hermoso instrumental minimalista ("Plan") y una serie de composiciones que hacen del juego con texturas disímiles y referencias a otros momentos de la discografía de Bowie su fuerza propulsora principal. Así, "Born in an UFO" regresa al continuo fascinante de canciones sci-fi que incluye tanto a "Moonage daydram" como a "I took a trip in a gemini spaceship", mientras que "I'll take you there" reinstala el sonido crudo y vital de "Relity" y lo carga de mas matices que todos los contenidos en ese álbum (con la excepción de su mejor momento, la ya mencionada "Bring me the disco king").
Es interesante también que este segundo disco incluya composiciones notoriamente superiores a otras tantas del álbum estándar; así, "God bless the girl" se adelante como uno de los momentos más deslumbrantes de la propuesta, del mismo modo que "So she", la más breve hecha la excepción del instrmental, pasa por -junto a "Days"- la más deliciosamente emotiva de las canciones de David Bowie en el siglo XXI.
Quizá convenga concluir que "The next day" es, simplemente, un disco más brillante de lo que parece; y no es que parezca especialmente falto de brillo, por cierto.

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