"Beatles for sale", The Beatles, 1964, Parlophone

En plena beatlemania y con el apuro de la temporada de Navidad no había muchas canciones de Lennon & McCartney disponibles para el cuarto álbum de The Beatles. La decisión, entonces, fue simple: volver al formato mixto de covers y composiciones originales de "Please please me" (1963) y "With The Beatles" (1963), con 8 originales y 7 covers. Acaso por esta razón el álbum permanece en cierto sentido subvalorado; mirado más de cerca, sin embargo (o no tan de cerca: es todo bastante evidente), se convierte en un disco mucho más interesante y aventurado. Es cierto que no tiene el esplendor pop indudable de "A hard day's night" (1964), el primero de los álbumes de la banda armado únicamente con composiciones propias, pero -además de que en cierto modo eso es precisamente lo que lo hace interesante- "Beatles for sale" sin duda ofrece momentos no sólo de genio geniuno sino también destellos experimentales que anticipan lo que vendrá a partir de "Help!" (1965).
Es, en cierto modo, el disco más oscuro que habían grabado The Beatles hasta ese momento (ehm... no hay  sonrisas en la portada); las tres primeras canciones ("No reply", "I'm a loser" y "Baby's in black") tocan una zona emocional relativamente nueva para la banda y una modulación conceptual interesante para el pop de la época. La primera, por ejemplo, no sólo plantea una salida notoria a la clásica canción de amor sino que, además, carece de estribillo propiamente dicho y está construida -en las estrofas- desde un ritmo que recuerda la bossa nova, con los puentes afirmándose en un pulso más convencionalmente rockero e intenso, como si la canción reuniera fuerzas e ímpetu en esa zona de su estructura. Es interesante también el uso preponderante de la guitarra acústica y -lo que termina asentándose en este disco como una marca del sonido Beatle- el uso de double tracking en las voces.
Es que en cierto modo "Beatles for sale" es el disco que arriba más clara y definitivamente a un sonido específico de la banda, esa cosa cálida y mediosa, expansiva, cuidadosamente reverberizada y precisa que la banda luego querría desmantelar a partir de "The Beatles" (1968) y al que regresó en "Abbey Road" (1969). Más allá de las elecciones armónicas, de las melodías e incluso de los timbres específicos, ese sonido se abre camino en la discografía Beatle y en sí mismo toca el corazón de los fans (perdón por la imagen cursi, pero es así y punto).
Acaso ese sonido es especialmente notorio en otra de las composiciones originales, "Every little thing", acaso la mejor del disco. Es precisamente en ese momento en que suenan los timbales (una novedad en la música de The Beatles hasta ese momento) a la par de una nota gravísima en el piano (que aporta una textura riquísima, por cierto) cuando el disco toca su cenit desde un punto de vista estrictamente sónico. Ese piano, además, que apoya los cambios de acordes en los versos, contribuye de manera notoria a la belleza de la canción y aporta una contramelodía simple y brillante al verso final de cada estrofa.
Ese trio oscuro de canciones que abre el disco incluye "I'm a loser", una composición de la que Lennon diría después que acusa -por primera vez- la influencia de Bob Dylan; también lo muestra más aventurado en cuanto a su registro, ya que al final de los versos pares en las estrofas alcanza un sol grave, propio de bajos y barítonos, y por tanto ajeno a su registro estándar y cómodo (más cercano al tenor y sólo repetido, años más tarde, en "Happiness is a warm gun"). La canción incorpora también segmentos instrumentales centrados en la armónica, algo así -quizá- como un guiño a la fuente de inspiración y de paso otra marca de acercamiento al folk y al country, gesto que queda aún más claro avanzado el disco, con "I don't want to spoil the party", canción además especialmente interesante desde la armonización de los versos, en la que Paul canta la parte grave y John la aguda, para invertir los roles en los estribillos.
"I don't want to spoil the party" sirve también de reflejo en el lado B del álbum de esa suerte de sugerida tristeza o melancolía que inaugura el lado A y se vuelve más denso acaso en "Baby's in black". La melodía evoca un lamento, cargado de encares melódicos tomados del country, y la base rítmica está en 6/8. Es además una canción relativamente compleja estructuralmente, con varias sub-secciones dentro de las partes en que cabe dividirla (aunque hay cierta ambiguedad en esto, producto de la manera en que evoluciona sutilmente la melodía).
La última composición original del lado A es "I'll follow the sun", otra delicia melancólica y acústica. Es interesante comparar la versión grabada para el álbum con la primera, de 1960, que acusaba un ritmo más rockabilly. Es, además, otro ejemplo perfecto de ese "sonido Beatle" ya plenamente alcanzado en "Beatles for sale".
El lado B abre con "Eight days a week", que incorpora el experimento de comenzar con un fade-in (se dice por ahí que la banda no daba con una introducción satisfactoria y optó por la solución que hizo, en definitiva, todavía más interesante a la canción); en cierto modo es una construcción temprana de estudio, en tanto no se llegó a la grabación con una versión ya construida del todo y la estructura definitiva fue alcanzada en las sesiones.
La última composición original del disco es "What you're doing", tambíen aventurada en un contexto Beatle en tanto comienza con apenas la batería; es notorio también el uso de la guitarra de 12 cuerdas a cargo de Harrison, que se adelanta al estilo de The Byrds por unos cuantos meses (lo cual es, en el contexto de la efervescencia creativa del pop de la época, el equivalente de algo así como cinco años, si no más, del siglo XXI). Hay también por ahí arreglos de piano, cuidadosamente mezclados, que aportan a la construcción de un sonido emblemático para el álbum.
Los covers, por su lado, aportan también elementos de interés. La performance vocal de Lennon en "Mr Moonlight" es apabullante, por ejemplo, del mismo modo que la intensidad lograda en "Rock and roll music" y en el medley "Kansas City/Hey Hey Hey", que aportan el contrapeso estrictamente rockero de un disco tan cargado de melancolía country.
De "Words of love" cabe destacar el sonido de la guitarra en el riff de la introducción y los versos y el cuidado trabajo vocal armonizado de Paul y John. "Honey don't", por su lado, el numerito a cargo de Ringo, va en la línea rockera de la dupla tremebunda de "Rock'n'roll music" y "Kansas city/Hey hey hey", aunque con una intensidad algo menor; en esa línea también procede "Everybody's trying to be my baby", confiada a la voz de Harrison y un final algo desilusionante que podría perfectamente haber intercambiado lugares -para ofrecer un cierre más rotundo- con la hermosa "What you're doing".
El disco no aportó hits en el Reino Unido (sí en USA con "Eight days a week", pero hay que tener en cuenta que en ese país las canciones quedaron divididas entre "Beatles'65" y "Beatles VI", de 1964 y 1965 respectivamente), pero su single "I feel fine"/"I'm a woman" sí  alcanzó el primer puesto del Hot 100. Hay que pensar en los mecanismos comerciales del momento, por supuesto, pero no cabe duda que si "I feel fine" quedara integrado a "Beatles for sale" el disco superaría a todo lo que la banda había ofrecido en el formato LP anteriormente (y quizá incluso también a "Help!"); sin duda es fácil preferir que la inclusión de esa canción desplazase a un cover, y además así sería en un álbum -y no en un single- que The Beatles se convirtieran en la primera banda pop/rock en incorporar feedback en una grabación a modo de objet trouvé; la canción, además, es interesante por su melodía en modo mixolidio -con tercera mayor y séptima menor- y por su riff tan brillante (junto a "Day tripper" acaso el mejor de la banda), que modula desde sol mayor a do mayor, para volver a sol mayor. El lado B, "She's a woman", no carece de interés, con la clásica imitación de Little Richard a cargo de Paul, las guitarras tocando en el backbeat, el piano característico de "Beatles for sale" llenando el compás y el solo de guitarra en el puente.

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