"Myths of the near future", Klaxons, 2007, Polydor
La combinación de una sensibilidad digamos "psicodélica" con música electrónica en plan hardcore techno o alternative dance, o, para decirlo de otra manera, el rock de matriz tardosesentera imbuido en la parafernalia rave (eso que en algún momento la prensa musical llamo "new rave") hace a buena parte de la propuesta del primer álbum de Klaxons, pero lo interesante de "Myths of the near future" -además de sus evidentes referencias literarias, la ballardiana del título para empezar- va más allá de las posibles opciones de género acusadas por la música que contiene y termina por convertirse en una muestra brillante de posibilidades de connotar "futuro inmediato" (o incluso esa cosa de "futuro que nunca llegó" tan propia del krautrock) a través de la música.
"Gravity's rainbow" (evidentemente inspirado por la novela de Thomas Pynchon) es un buen ejemplo: están las partes de guitarra sampeadas y loopeadas, la percusión distorsionada y el tempo acelerado, pero nada de eso valdría la pena si la canción no luciera una sensibilidad pop tan brillante ni funcionaran tan bien las melodías y las armonías vocales (en ese sentido el estribillo "come with me/come with me/we'll travel through eternity" es perfecto). La estética dance está especialmente a la vista en la introducción de "Fogotten works", la composición que sigue, pero luego se espesan resonancias más contenidas o incluso oscuras, e incluye algunos de los momentos más climáticos de un disco que, en general, dedica poco tiempo a explorar cada zona de sus composiciones y opta por la variedad antes que el desarrollo. Por ejemplo: el paisaje sonoro del final de la canción recién mencionada es amenazador e inquietante, pero dura apenas veinte segundos. En el álbum, entonces, todo parece acelerado al máximo, todo parece urgente e intenso.
"Magick" -que remite a Aleister Crowley- es otro buen ejemplo de ese efecto, pero sin duda el momento más característico (y acaso el mejor) del álbum es "Atlantis to Interzone" -con su referencia a William Burroughs-, que a la percusión desquiciada suma voces distorsionadas, versos repetidos a modo de mantra, bajos cargados de fuzz y guitarras que parecen sampleadas pero acaso no lo sean.
Entre los momentos más ligeros (o menos densos, digamos) del álbum destacan "As above, so below" (referencia a la tabla de esmeralda de Hermes Trismegisto) y la apertura del disco, "Two receivers", a la vez que canciones como "Totem on the timeline" (otra de las mejores) e "It's not over yet" incorporan (especialmente la primera de las mencionadas, con su linea de bajo que recuerda a Joy Division) notorias sonoridades postpunk. Esos ligeros matices, por llamarlos de alguna manera, expanden la paleta del álbum sin abandonar su matriz sonora, lo cual de alguna manera obliga a una atención más fina o sutil.
"Isle of her", de las mas lentas del álbum, está además entre las más interesantes, en gran medida debido a las texturas que aporta el sonido del bajo, en particular hacia los dos minutos, cuando suena junto a las voces armonizadas.
El álbum cierra con "Four horsemen of 2012", su momento más amenzadador y oscuro, en particular desde los tratamientos a los que es sometida la voz principal y el caótico paisaje sonoro de percusión y guitarras que parece estallar en los segmentos instrumentales. La canción, de hecho, se disuelve en ruido y acoples hacia 2:12, pero tras quince minutos de silencio comparece un segmento dark ambient que ofrece un cierre espeluznante a un álbum que hace de su variedad y su urgencia (además de su mix de referencias literarias) una suerte de panorama logradísimo del comienzo del siglo XXI y sus futuros inmediatos: algo así como "Black mirror" -en la matriz básicamente gibsoniana de la exploración del futuro cercano- pero sin tonterías humanistas.
"Gravity's rainbow" (evidentemente inspirado por la novela de Thomas Pynchon) es un buen ejemplo: están las partes de guitarra sampeadas y loopeadas, la percusión distorsionada y el tempo acelerado, pero nada de eso valdría la pena si la canción no luciera una sensibilidad pop tan brillante ni funcionaran tan bien las melodías y las armonías vocales (en ese sentido el estribillo "come with me/come with me/we'll travel through eternity" es perfecto). La estética dance está especialmente a la vista en la introducción de "Fogotten works", la composición que sigue, pero luego se espesan resonancias más contenidas o incluso oscuras, e incluye algunos de los momentos más climáticos de un disco que, en general, dedica poco tiempo a explorar cada zona de sus composiciones y opta por la variedad antes que el desarrollo. Por ejemplo: el paisaje sonoro del final de la canción recién mencionada es amenazador e inquietante, pero dura apenas veinte segundos. En el álbum, entonces, todo parece acelerado al máximo, todo parece urgente e intenso.
"Magick" -que remite a Aleister Crowley- es otro buen ejemplo de ese efecto, pero sin duda el momento más característico (y acaso el mejor) del álbum es "Atlantis to Interzone" -con su referencia a William Burroughs-, que a la percusión desquiciada suma voces distorsionadas, versos repetidos a modo de mantra, bajos cargados de fuzz y guitarras que parecen sampleadas pero acaso no lo sean.
Entre los momentos más ligeros (o menos densos, digamos) del álbum destacan "As above, so below" (referencia a la tabla de esmeralda de Hermes Trismegisto) y la apertura del disco, "Two receivers", a la vez que canciones como "Totem on the timeline" (otra de las mejores) e "It's not over yet" incorporan (especialmente la primera de las mencionadas, con su linea de bajo que recuerda a Joy Division) notorias sonoridades postpunk. Esos ligeros matices, por llamarlos de alguna manera, expanden la paleta del álbum sin abandonar su matriz sonora, lo cual de alguna manera obliga a una atención más fina o sutil.
"Isle of her", de las mas lentas del álbum, está además entre las más interesantes, en gran medida debido a las texturas que aporta el sonido del bajo, en particular hacia los dos minutos, cuando suena junto a las voces armonizadas.
El álbum cierra con "Four horsemen of 2012", su momento más amenzadador y oscuro, en particular desde los tratamientos a los que es sometida la voz principal y el caótico paisaje sonoro de percusión y guitarras que parece estallar en los segmentos instrumentales. La canción, de hecho, se disuelve en ruido y acoples hacia 2:12, pero tras quince minutos de silencio comparece un segmento dark ambient que ofrece un cierre espeluznante a un álbum que hace de su variedad y su urgencia (además de su mix de referencias literarias) una suerte de panorama logradísimo del comienzo del siglo XXI y sus futuros inmediatos: algo así como "Black mirror" -en la matriz básicamente gibsoniana de la exploración del futuro cercano- pero sin tonterías humanistas.
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