"Earthling", David Bowie, 1997, Virgin/BMG/RCA
Los tres primeros álbumes que Bowie grabó en la década de 1990 ("Black tie white noise", de 1993, "1.Outside", de 1995, y "Earthling", de 1997) parecen ofrecer diferentes relaciones posibles con la música electrónica y con una escena estrictamente contemporánea; en el primero de los mencionados -un disco injustamente olvidado, por cierto- hay momentos en que se nota el intento de construcción de un sonido dance elegante, sutil y detallado, mientras que en el segundo -y el mejor- adquiere más importancia una estética industrial post-grunge, notoriamente más oscura; al tercero le corresponde el uso del drum and bass y el jungle o, mejor dicho, la incorporación de esos subgéneros a lo que cabría llamar el "típico sonido Bowie", y en algunos casos hay que admitir que el resultado suena como canciones más tradicionales a las que se les ha impuesto una percusión electrónica de 160 bpm. No es que esa imposición desentone o arruine el efecto del álbum: "Battle for britain", por ejemplo, podría sonar con las estéticas de casi cualquier otro disco de Bowie, pero eso no quiere decir que lo que encontramos en "Earthling" suene "mal". De hecho, uno de los elementos más interesantes del álbum parece bastante claro en esta composición, en cuanto a un repertorio de texturas (desde las diferentes distorsiones en la guitarra a los sonidos variados del bajo, la percusión de fondo y los efectos añadidos, los fraseos a veces noise y a veces más melódicos de sintetizador, etc) que, veinte años después, todavía logra ofrecer una imagen de época. En el caso de "Battle for Britain", ese panorama del fin de milenio nos pasea desde las guitarras de Gabrels hasta el break de piano de Mike Garson, para seguir con la parafernalia sci-fi robótica que abre la última estrofa. Y, como el final de los noventas (se me ocurre la estética visual de "The fifht element" como ejemplo), tiene su base en cierta ingenuidad colorida, digamos, cierto ímpetu de mostrar todos los mundos posibles (concebibles por el zeitgeist, es decir) en menos de cinco minutos.
Por supuesto que la relación de Bowie con la electrónica no sólo ha dado discos más fascinantes que "Earthling" sino que, de hecho, ofreció los mejores discos de Bowie, o al menos uno de los concebibles como los dos o tres mejores, y eso si nos conformamos con incorporar a "Low" (1977) a la lista y dejamos de lado al más visceral y rockero "Heroes" (1977); de hecho, la percusión burbujeante de robot merquero en "What in the world" es tanto el antecedente exacto para todo lo que suena en "Earthling" como una versión mejorada de las nueve canciones del álbum de 1997.
Pero esto no quiere decir, ni por asomo, que "Earthling" esté entre lo peor de Bowie; después del notorio bajón ochentoso (con "Never let me down", de 1987, en el nadir, salvo que se prefiera pensar que un disco mucho menos trabajado como "Tonight", de 1984, ocupe ese lugar pese a sus dos joyas: "Blue Jean" y "Loving the alien") los primeros tres álbumes de los 90s ofrecen todos ellos algo de interés. Quizá el tiempo haya obrado más en favor del proyecto barroco y desmedido de "1.Outside" (del que aún no se ha escuchado todo lo producido, del que podría decirse, en todo caso, que lo que falló fue el álbum ensamblado y no tanto los principios y procedimientos que guiaron esas sesiones), que incluyó además un fascinante experimento narrativo postciberpunk, pero tanto "Black tie white noise" como "Earthling" ofrecen momentos más interesantes que todo lo ofrecido por Bowie después de "Scary monsters (and super creeps)" (1980).
"Seven years in Tibet" podría ser uno de esos momentos; con un comienzo tenue y contenido que parece ir ganando ímpetu hasta el estallido de sus estribillos, ofrece algo así como el centro de gravedad del disco.
"Dead man walking", asimismo, es quizá una de las pocas canciones que realmente no podrían sobrevivir en otras condiciones estéticas; o, dicho de otro modo, que necesitarían una reelaboración más marcada para abrirse camino con, digamos, apenas una guitarra, un bajo y un piano. No que no sea posible sino que el resultado estaría especialmente lejos de lo ofrecido en "Earthling", que tiene un momento delicioso en el primer estribillo a dos voces y su remate ("and I'm gone..."). Es, además, el sonido más techno/dance -y menos drum and bass/industrial, digamos- del disco, y como tal parece una versión actualizada o mejorada de "Pallas athena", de "Black tie white noise".
De no ser por sus secciones instrumentales (hay un sonido de bajo tremendo hacia los tres minutos, por ejemplo) sería "The last thing you should do" la composición más inane de las ofrecidas, y un lugar similar ocupa "Looking for satellites", quizá la canción que cansa más fácilmente en escuchas sucesivas.
Por otro lado, "Telling lies" es acaso lo mejor del álbum junto a "Little wonder" y "I'm afraid of americans" (que, en rigor, es un outtake de "1.outside"); la primera de las nombradas, ante todo, por ser el momento más tenso y oscuro del álbum, la segunda por ese panorama de sonidos del que hablaba en relación a "Battle for Britain" (acaso todavía mejor resuelto en esta canción, adecuadamente propuesta como la apertura del álbum y su primer single), y la tercera por concentrar y demostrar todo lo que podríamos llamar el "componente agresivo" de un disco que suena, en cierto modo, como el más pesado de Bowie desde "The man who sold the world" (1970), hecha la excepción de algunos momentos de "Scary monsters (and super creeps), "Heroes" y, por supuesto, todo o casi todo lo grabado por Tin Machine.
El final -"Law (earthlings on fire)"- es extraño, y casi parece una composición ambient-electrónica, en la línea de Aphex Twin. Hay algo acaso fallido en ese cierre: algo de interés que no termina de concretarse, sin por ello resultar descartable.
¿Logró "Earthling" actualizar a Bowie? La pregunta parece incómoda, porque parte de la idea de que Bowie había quedado de alguna manera atrás (una vez más: el efecto de esos horribles álbumes ochenteros); acaso se pueda pensar que el método que le dio a Bowie la apariencia de alguien adelantado a su tiempo (es decir buscar una idea musical apenas desarrollada por un artista en ese momento apenas difundido y llevarlo a una expresión más pop y masiva -como el proceso por el que se toman elementos del krautrock y de la electrónica alemana y se los convierte en la maravilla que es "Low") entró en crisis para los noventas, una era de mayor diversidad y exposición, una era en la que ya (después del grunge) dificilmente aparecería una tendencia que lograra ocupar el lugar central del zeitgeist. La electrónica, en todo caso, era lo más cercano a ese lugar posible, y Bowie debió entender que era hacia allí donde debía moverse. Pero el efecto pasó rápido, y son otras las herramientas de lectura que necesitamos para acceder a "Hours".
Por supuesto que la relación de Bowie con la electrónica no sólo ha dado discos más fascinantes que "Earthling" sino que, de hecho, ofreció los mejores discos de Bowie, o al menos uno de los concebibles como los dos o tres mejores, y eso si nos conformamos con incorporar a "Low" (1977) a la lista y dejamos de lado al más visceral y rockero "Heroes" (1977); de hecho, la percusión burbujeante de robot merquero en "What in the world" es tanto el antecedente exacto para todo lo que suena en "Earthling" como una versión mejorada de las nueve canciones del álbum de 1997.
Pero esto no quiere decir, ni por asomo, que "Earthling" esté entre lo peor de Bowie; después del notorio bajón ochentoso (con "Never let me down", de 1987, en el nadir, salvo que se prefiera pensar que un disco mucho menos trabajado como "Tonight", de 1984, ocupe ese lugar pese a sus dos joyas: "Blue Jean" y "Loving the alien") los primeros tres álbumes de los 90s ofrecen todos ellos algo de interés. Quizá el tiempo haya obrado más en favor del proyecto barroco y desmedido de "1.Outside" (del que aún no se ha escuchado todo lo producido, del que podría decirse, en todo caso, que lo que falló fue el álbum ensamblado y no tanto los principios y procedimientos que guiaron esas sesiones), que incluyó además un fascinante experimento narrativo postciberpunk, pero tanto "Black tie white noise" como "Earthling" ofrecen momentos más interesantes que todo lo ofrecido por Bowie después de "Scary monsters (and super creeps)" (1980).
"Seven years in Tibet" podría ser uno de esos momentos; con un comienzo tenue y contenido que parece ir ganando ímpetu hasta el estallido de sus estribillos, ofrece algo así como el centro de gravedad del disco.
"Dead man walking", asimismo, es quizá una de las pocas canciones que realmente no podrían sobrevivir en otras condiciones estéticas; o, dicho de otro modo, que necesitarían una reelaboración más marcada para abrirse camino con, digamos, apenas una guitarra, un bajo y un piano. No que no sea posible sino que el resultado estaría especialmente lejos de lo ofrecido en "Earthling", que tiene un momento delicioso en el primer estribillo a dos voces y su remate ("and I'm gone..."). Es, además, el sonido más techno/dance -y menos drum and bass/industrial, digamos- del disco, y como tal parece una versión actualizada o mejorada de "Pallas athena", de "Black tie white noise".
De no ser por sus secciones instrumentales (hay un sonido de bajo tremendo hacia los tres minutos, por ejemplo) sería "The last thing you should do" la composición más inane de las ofrecidas, y un lugar similar ocupa "Looking for satellites", quizá la canción que cansa más fácilmente en escuchas sucesivas.
Por otro lado, "Telling lies" es acaso lo mejor del álbum junto a "Little wonder" y "I'm afraid of americans" (que, en rigor, es un outtake de "1.outside"); la primera de las nombradas, ante todo, por ser el momento más tenso y oscuro del álbum, la segunda por ese panorama de sonidos del que hablaba en relación a "Battle for Britain" (acaso todavía mejor resuelto en esta canción, adecuadamente propuesta como la apertura del álbum y su primer single), y la tercera por concentrar y demostrar todo lo que podríamos llamar el "componente agresivo" de un disco que suena, en cierto modo, como el más pesado de Bowie desde "The man who sold the world" (1970), hecha la excepción de algunos momentos de "Scary monsters (and super creeps), "Heroes" y, por supuesto, todo o casi todo lo grabado por Tin Machine.
El final -"Law (earthlings on fire)"- es extraño, y casi parece una composición ambient-electrónica, en la línea de Aphex Twin. Hay algo acaso fallido en ese cierre: algo de interés que no termina de concretarse, sin por ello resultar descartable.
¿Logró "Earthling" actualizar a Bowie? La pregunta parece incómoda, porque parte de la idea de que Bowie había quedado de alguna manera atrás (una vez más: el efecto de esos horribles álbumes ochenteros); acaso se pueda pensar que el método que le dio a Bowie la apariencia de alguien adelantado a su tiempo (es decir buscar una idea musical apenas desarrollada por un artista en ese momento apenas difundido y llevarlo a una expresión más pop y masiva -como el proceso por el que se toman elementos del krautrock y de la electrónica alemana y se los convierte en la maravilla que es "Low") entró en crisis para los noventas, una era de mayor diversidad y exposición, una era en la que ya (después del grunge) dificilmente aparecería una tendencia que lograra ocupar el lugar central del zeitgeist. La electrónica, en todo caso, era lo más cercano a ese lugar posible, y Bowie debió entender que era hacia allí donde debía moverse. Pero el efecto pasó rápido, y son otras las herramientas de lectura que necesitamos para acceder a "Hours".
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