"The tired sounds of Stars of the Lid", Stars of the Lid, 2001, Kranky

El sexto álbum de Stars of the lid se las arregla para reunir -en 123 minutos- todos los procedimientos y técnicas de la historia de la música ambient hasta el primer año del siglo XXI: están los tonos larguísimos sobre los que flotan espejismos de microafinación, los armónicos que reverberan sobre acordes cuyos graves se mueven en lo más profundo del pantano sónico como las patas del más lento de los brontosaurios, las notas gráciles de piano armándose y desarmándose en clusters dispuestos por la sincronía y desincronía de los loops, el súbito cambio de fase en la definición de la música y la catarata de detalles que se estremecen como motas de polvo en una habitación a la que de pronto ha irrumpido un rayo de luz, y la suspensión de emociones que parecen haberse filtrado más allá de la frontera de nuestros cráneos o nuestra piel para instalarse ante nosotros en el aire y para desplegar capas y más capas de sus disfraces en la revelación de sus formas ocultas. Y, además, todo está hecho con instrumentos reales: cuerdas, guitarras derraman do feedback, vientos y bronces, cuidadosamente alterados con ecualizadores y reverb, montados en loops de una precisión inigualable y abandonados a su suerte, como una pareja de niños que se adentran en un paisaje irreal.
Los pulsos son larguísimos, pero a todo momento están pasando cosas, algunas a niveles sutiles y otras como verdaderos cataclismos: la irrupción de unas notas inmensas como galaxias que amasan y arremolinan las frecuencias más bajas o una repentina frase de dos notas a cargo de las cuerdas, todo para pasar de la placidez más melancólica ("Requiem for dying mothers") hasta el paisaje vastísimo de "Piano aquieu", desde el corazón inquietante de "Austin Texas mental hospital" (con ese otro truco ambient: las transmisiones de radio, las voces que irrumpen en una conversación que parece llevar horas sucediéndose y que puede tanto sostenerse en los temas más triviales como en los secretos últimos del universo) y sus drones compactos hasta el misterio tenso de "Ballad of distances", con sus loops cortos de falla en reproductor de audio. El álbum, en sus dos discos, incluye desde la simpleza más mínima -en las notas larguísimas de "Mullholland" y la segunda parte de "Broken harbors"- hasta las texturas más intrincadas y siniestras -en "A lovesong (for cubs)" y la ya mencionada "Austin Texas mental hospital". Si toda la música ambient se perdiera y sólo un ejemplar de "The tired sounds of Stars of the Lid" la información en el ADN sonoro de este álbum sería más que suficiente para reconstruirlo todo: quizá no se alcanzaría la belleza sobrenatural de "Music for airports" ni la desolación de "The disintegration loops" o las texturas hiperdefinidas de "Selected ambient works vol II", pero quienes lo escuchasen sabrían que allí hay una meta a alcanzar y que casi todo el camino ya está recorrido.

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