"Jethro Tull - The string quartets", Ian Anderson y the Carducci String Quartet, 2017, BMG

Si bien los discos al estilo "Tributo sinfónico a The Rolling Stones" en general parecen significar poco más que la edulcoración de un sonido más agresivo a favor de oídos menos dispuestos al desafío -cuando no un intento de aportar "respetabilidad" a lo que no la necesita y apelar a medios que hay que tener todavía más liadas las categorías para dar por válidos, como por ejemplo emplear una musicalidad obvia como manera de limar contornos cuya gracia original era justamente lo angular y desprolijo-, para ser realmente justos hay que señalar que las excepciones a la regla recién esbozada no son pocas y valen la pena; podría señalarse, por ejemplo, que "S&M" (1999), de Metallica, con la sinfónica de San Francisco y la conducción del gran Michael Kamen, ofrece en sus mejores momentos -más allá de esa musicalidad obvia e inneceseria mencionada más arriba, que aparece en unos cuantos momentos del disco- texturas sorprendentes e interesantes en sí mismas, o que propuestas como "Third eye open: the string quartet tribute to Tool" (2001) logran ofrecerse como versiones atendibles, quizá porque una instrumentación más somera o de cámara permite obviar la voluptuosidad sonora más obvia y cliché.
En este sentido, vale la pena escuchar la reciente colaboración de Ian Anderson con el cuarteto de cuerdas Carducii. Si bien hay momentos en los que la propuesta parece desenfocarse (lamentablemente esto sucede cada vez que Ian Anderson canta), hay también piezas que valen la pena en tanto versiones de interés y capaces de ofrecer cierto extrañamiento capaz de refrescar la percepción y la memoria. Esto sucede maravillosamente bien en "Songs and horses", que reune las bellísimas "Songs from the wood" y "Heavy horses", y también en "In the past" (supongo que no hace falta aclarar), con un uso delicioso de la técnica de pizzicato para reproducir delicadamente el célebre riff en 5/4 del bajo, o también en "Loco" ("Locomotive breath"), donde al cuarteto de cuerdas se suma la flauta de Ian Anderson (y se recurre una vez más -pero no a lo lago de toda la pieza- al pizzicato como técnica para reelaborar los riffs) tocando la melodía vocal (de esta pieza acaso lo más impresionante sea el equivalente de la introducción de la canción original) y la deliciosamente expresiva "Velvet gold" ("Velvet green"), quizá la mejor pieza del álbum.
Mención aparte merece "Aquafugue", que parte de una idea interesante -construir una fuga a partir del riff principal de "Aqualung"- y se las arregla para funcionar maravillosamente bien durante buena parte de su extensión -pese a que el tema de la fuga, que comienza con las seis notas del riff que abre la canción original pero sigue de manera notoriamente más dulce y menos agresiva o "rockera", está claramente pensado para permitir que la pieza fluya sin sobresaltos, y en ese sentido podría haberse intentado algo más riesgoso o incluso disonante-, hasta que irrumpe la voz de Anderson en un mínimo de intensidad y potencia que lo delata necesitado incluso de modificar la melodía de las secciones más apacibles para ser capaz de cantarlas. Pero lo que cabe señalar acá no es que Anderson cante mal ni que su voz suene lastimosa (eso, en última instancia, está en el oído de quien escuche), sino que incluso si hubiese cantado "bien" (o, digamos, al nivel -ya menor pero todavía digno- de interpretaciones tardías como la del DVD de "Living with the past") era no sólo completamente innecesario cantar dentro de esta propuesta sino que, de hecho, la irrupción vocal parece dispersar lo que la primera parte -la fuga- había aportado a la canción.
Es interesante también el caso de "We used to Bach", que parte de la preciosa "We used to know" para -después de otra performance vocal de Anderson, un poco más feliz esta vez- interpolar el preludio en do mayor de "El clave bien temperado", con un piano que se suma dulcemente al cuarteto de cuerdas y aporta un pasaje más que atendible (en el que las cuerdas proponen una serie de frases y melodías sobre los arpegios de la pieza de Bach); el momento más bello aparece cuando el preludio llega a su fin y el pianista -John O'Hara, que además hizo los arreglos necesarios para todo el disco- retoma la pieza, ahora junto a Anderson en la flauta. Quizá, entonces, "We used to Bach" ofrece en una sola pieza todo lo que Ian Anderson quizo incorporar al proyecto, incluida su voz; y lo más atendible de esta composición es sin duda también lo más atendible del disco completo: no las voces, no las versiones más digamos "literales", sino los cambios más importantes, los momentos donde la distancia con el original se siente más porque lo "nuevo" vale la pena en sí mismo. En ese sentido, tanto "Pass the bottle" ("A christmas song") como "Only the giving" ("Wond'ring aloud"), si bien suenan magnificamente bien en tanto interpretación, son los momentos de menor interés, a la vez que "Bungle" ("Bungle in the jungle"), "Ring out these bells" ("Ring out, solstice bells"), "Farm, the Fourway" ("Farm on the freeway") y, especialmente, "Sossity waiting" ("Sossity, you're a woman" junto a "Reasons for waiting") logran ofrecer mucho de interés sin llegar a ser lo más deslumbrante de la propuesta.

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