"10.000 days", Tool, 2006, Tool Dissectional/Volcano Entertainment
Han pasado ya más de 10 años -y no libres de rumores y canciones nuevas tocadas en vivo- desde el último álbum de estudio de Tool, y en cierto modo creo que ya hemos pasado el umbral en que las expectativas le jugaban en contra a lo que fuese que grabaran Jones, Chancellor, Carey y Keenan; más importante, los 10 años pasados permiten revalorar el hasta la fecha último álbum de la banda, que fuera en su momento tomado ligeramente por un momento menor, al menos comparado con "Lateralus" y "Aenima", dos obras maestras indudables. Quizá entonces podamos comenzar pensando que "10.000" days es un disco más arduo y dificil que los anteriores -no porque estos hayan sido bubblegum pop, por cierto-, en gran medida por su aparente falta de la homogeneidad tan notoria en "Aenima", cuyas piezas incluso más dispares parecían claramente incorporadas a un único mundo sonoro. En "10.000" days hay más bien zonas: está el metal alternativo cuasiprogresivo de los momentos más rockeros: "Vicarious", "Jambi" y "The pot", entonces, son momentos brillantes de entrega metalera y perfección matemática, y quizá fueron lo más atractivo en una primera instancia, apenas salido el álbum. Está después la zona más progresiva, compuesta por "Wings for marie" y "10.000 days", una impresionante pieza en dos partes en la tradición de la asombrosa "1982" de Hendrix y de buena parte de la producción de King Crimson hasta los 80s. Estas secciones no son mutuamente extrañas: la segunda es, de alguna manera, un desarrollo de la primera, pero además le incorpora nuevas texturas y dinámicas.
La cosa empieza a complicarse con "Lost keys (blame Hofmann) y la pieza a la que le sirve de prólogo, la asombrosa -y acaso lo mejor del álbum- "Rosetta stoned", que parece rebuscar en la memoria genética de la banda para actualizar "Third eye", el impresionante cierre de "Aenima". A su vez, todas estas piezas -en particular las últimas cuatro- incorporan momentos de trabajo sobre atmósferas -cuasi ambient o dark ambient- que son llevados al extremo (en el contexto del álbum) en "Intension" y "Right in two", que -con sus erupciones metaleras incluidas- operan en cuanto a la creación de vastos paisajes sonoros con una sensibilidad ambient. "Viginti tres" y "Lipan conjuring", a su vez, parecen funcionar como las piezas de transición (las viñetas ambient a la "Another green world" o "Music for films") de "Aenima". Habría, entonces, seis piezas que ahondan en lo ambient y lo atmosférico, mientras que las otras cinco alcanzan formas de metal más consabidas y también de metal progresivo. La distancia entre las composiciones más representativas de cada zona ("Jambi", digamos, e "Intension") es, entonces, tan grande, que el álbum, a una primera exploración, parece fracturado o poco cohesivo. Pero una escucha más atenta -y tuvimos diez años para hacerla- sugiere los caminos, las conexiones.
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