"The dignity of labour", The Human League, 1979, Fast Records
¿Krautrock, realismo socialista y protoelectrónica ucrónica tardosetentera? ¿Nostalgia por el futuro límpido de la Unión Soviética, la Unión Galáctica de todos los Soviets? ¿Una Federación a la Star Trek con la hoz y el martillo a la izquierda, en el pecho rojo del uniforme oficial? Demos marcha atrás. Si el krautrock podía pensárselo -al menos provisoriamente- en términos de proyectos apolíneos (Kraftwerk, Neu!) frente a proyectos dionisíacos (Amon Düül II, Popol Vuh), con una nutrida zona compleja o complicada (Can, Faust), el postpunk -especialmente si incluye la neue deutsche welle y la primera ola del synthpop- parece más lejos de cualquier compartimentación parecida. Acaso algunas de sus zonas, sin embargo, lo permitan, y un eje posible podría ser el concepto siempre esquivo de "pop": así, Cabaret Voltaire podría ser pensado como el lado antipop del rock industrial (con Einstürzende Neubauten como una propuesta por fuera de la dicotomia pop/antipop) y los primeros trabajos de The Human League (antes de que Oakey conociera a Joanne Catherall y a Susan Ann Sulley en el pub Crazy Daisy) como el lado pop: el lado que aquí y allá mira al Kraftwerk de "Trans Europa Express" y algo de "The man-machine". ¿Un lado apolíneo del postpunk, entonces? Quizá, o parcialmente, o no importa. Pero la conexión entre "Metal on metal" y "The dignity of labour", el EP de 1979 (y puede encontrarse a partir de 2003 en la edición remasterizado de "Reproduction", el primer álbum de la banda y publicado ese mismo año), es más que notoria (igual que el gesto de incorporar al vinilo de 12 pulgadas un -muy soviético- flexidisc metamusical) la noción de hacer por la URSS (no la URSS real: la URSS del realismo socialista extrapolada a un futuro cercano que nunca llegó y que es ahora pura nostalgia ucrónica) lo que Kraftwerk había hecho por esa Europa setentera de luces delicadas, elegancia y decadencia. La pieza, un instrumental dividido en cuatro partes (dos por lado del disco) celebra y "narra" la construcción de la Vostok 1 y el viaje al espacio de Yuri Gagarin: abunda en los ritmos de la industria pesada -martillazos, escapes de vapor- dispersos sobre secuencias electrónicas de gran belleza minimalista que evocan tanto la forja del metal como el trabajo en las minas para extraerlo (parte 1) y pronto (parte 2) parece irrumpir una premonición del mundo digital: glitches cristalinos conviven ahora con loops robóticos que parecen pixelar esa maquinaria industrial de la primera parte; hacia la tercera irrumpe el misterio y la oscuridad: el ritmo regular de los martillazos se vuelve un paisaje ominoso, un ambiente acelerado erizado de secuencias de sintetizador y notas celestiales que parecen pintar a la nave liberada de la gravedad terrestre, que traza su órbita en el espacio para los ojos y el cuerpo de Gagarin. Finalmente se evoca (parte 4) un mundo submarino de ecos amplios y reverberación oscura: la catedral sumergida de la era espacial.
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