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Mostrando las entradas etiquetadas como 1980

"Closer", Joy Division, 1980, Factory

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Para el final del lado A del segundo álbum de Joy Division es fácil sentir que hemos sido empujados hacia un entorno siniestro y amenazante. En "A means to an end" la batería parece completamente inmisericorde, y se las arregla para sonar a máquinas e industria sin apelar a una suerte de mimesis sonora, a los gestos del rock industrial, digamos. Es fácil decir que está Manchester ahí colada, por supuesto, pero incluso prescindiendo del facilismo -que no tiene por qué ser falso- el sonido obsesionante del bajo y sus tres notas descendentes a la "I wanna be your dog" parecen una distopía de la música: ¿dónde quedó el sueño de los hippies, del krautrock, del prog? están viéndolo, en ruinas. O quizá, en tanto pospunk, la música de Joy Division sea la segunda ola del rock progresivo: capaz de prescindir de la voluptuosidad musical y del culto al virtuosismo, forzando al máximo sus vínculos con la idea del pop. Antes había sonado "Isolation", justamente el m...

"Remain in light", Talking Heads, 1980, Sire

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Supongo que si alguien me pidiera una razón para pensar al cuarto álbum de estudio de Talking Heads como la obra maestra de esa banda podría contestar que, a pesar de mi amor por "Fear of music", se me ocurren tres: "Once in a lifetime", "Listening wind" y "The overload"; o, mejor, bastaría con decir que tiene el mejor conjunto de canciones basadas en un único acorde en que pueda pensar, y que además tiene "The overload", donde si algo no importa es qué acordes están siendo tocados. Y, además, que todo el álbum es una extensión y exploración de "I zimbra", la maravillosa apertura de "Fear of music". Curiosamente, la canción quizá más deliciosa del disco, "Once in a lifetime", además del ambiente fantasmagórico de sus estrofas y de todo eso que es esencial al álbum completo -la complicada trabazón de ritmos, la naturaleza estrictamente creada en el estudio con máquinas y procesos de la música que suena-,...

"British steel", Judas Priest, 1980, Columbia

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Quizá pueda pensarse que el heavy metal es un género en el mismo sentido en que lo es (o no es) la ciencia ficción; es decir: seguramente el metal no es un género, o no lo ha sido excepto por un momento específico en el que, tras una prehistoria de límites difusos (dominada por Sabbath) y en medio de una posthistoria estallada en un campo de subgéneros o variantes con diferentes -a veces apabullantes- grados de especificidad (guiño guiño - igual que la ciencia ficción), en algun momento de los ochentas el metal parecía derivar su naturaleza de género de la música pop/rock de la tensión entre los dos polos que cabe reconocer entre el NWOBHM (new wave of british heavy metal) y el algo posterior thrash; ambos son las matrices de todo lo que vendría después (en cierto sentido hasta podría pensarse en una suerte de receta: tanto por ciento tiende a lo que había sido el NWOBHMN -pienso en el speed metal y en el power metal, con toda su descendencia, claramente- y otro tanto por cient...

"Ambient 3: Day of radiance", Laraaji, 1980, EG

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Quizá, sólo quizá, la tercera entrada en la serie Ambient de Brian Eno se encuentra peligrosamente cerca de la llamada música new age. A la vez, sería ante todo injusto pretender señalar en los sonidos  contenidos en "Day of radience", de Edward Larry "Laraaji" Gordon y producido por Eno, aquello que cabe pensar como lo peor de esa new age: mínimo desafío al oyente, placidez edulcorada y pretensiones "espirituales"; y no porque no haya algo de eso en el álbum -lo hay, especialmente en las dos piezas que ocupan el lado B, del mismo modo que abundará en la discografía posterior de Laraaji, poblada por títulos como "En un jardín acuático celestial" o "Portales sónicos" (que admito no haber escuchado: quizá son excelentes, yo simplemente no lo sé)- sin porque, por decirlo de manera bien simple, hay muchas otras cosas. El lado A consiste en tres variaciones de una pieza titulada oportunamente "The dance"; ¿por qué oportunamente...

"Ambient 2: The plateaux of mirror", Harold Budd y Brian Eno, 1980, E.G.

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Recordar la reticencia de Harold Budd a la hora de pensarse a sí mismo como un creador de música "ambient" aporta sin lugar a dudas una pista especialmente importante cuando los sonidos contenidos por el segundo álbum de la serie Ambient -producido por Daniel Lanois y con Eno y Budd como músicos a cargo- parecen dividirse naturalmente en dos bandos enfrentados. Está por un lado Eno, que aportó atmósferas de sintetizador y tratamientos al sonido -y de hecho aparece ahí lo mejor del álbum: más allá de su música, el fragil timbre del piano tocado a bajísimo volumen por Budd (experto en la materia), cargado de reverb, filtrado por ecualizadores y amplificado de volumen para realzar el tiempo de decaimiento y así lograr que los últimos resplandores de esas notas se fundan en el ambiente que subyace-, y por el otro Harold Budd, que saca de su piano melodías mínimas de gran belleza, más sutiles, si se quiere, que las algo románticas de su trabajo anterior "The pavilion of dre...

"Scary monsters... and super creeps", David Bowie, 1980, RCA

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A partir de 1980, precisamente cuando la carrera de David Bowie encontró su primera caída verdadera, cada nuevo álbum fue promocionado como "el mejor desde Scary Monsters"; dicho de "Black tie white noise" (1993) tenía sentido, y también lo tendría de "1.outside" (1995), aunque quizá no tanto de "Earthling" (1997) y "Hours..." (1999), básicamente porque el ya mencionado "1.outside" era mejor; después las cosas parecieron componerse con "Heathen" (2002), también otro firme candidato al "mejor desde Scary Monsters" pero hubo que esperar hasta el primer álbum de la etapa tardía ("The Next day", 2013) para que el nivel del de 1980 pareciera realmente reconquistado. Esto no tendría importancia si no fuera porque a la hora de grabar "Scary monsters... and super creeps" Bowie estaba dispusto a sacudirse todo lo que se le había pegado a la piel durante los setentas, la década en la que reinó ...

"Back in black", ACDC, 1980, Albert/Atlantic

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La fórmula estuvo clara siempre: centrar cada composición en uno o dos riffs memorables y poderosos, reducir la base rítmica al mínimo indispensable, incluir en alguna parte un solo tan consabidamente bluesero y rockero como virtuoso y hablar de sexo, alcohol y rock'n'roll con dobles sentidos que cualquier adolescente cachondo pudiera dar por obvios; a la vez, mientras la banda tuvo a Bon Scott al frente había cierta cualidad de peligro en la voz, como si el cantante fuera un ex convicto que hace una guiñada mientras te dice que "antes que volver a delinquir" prefirió vender curitas en un ómnibus, pero -después de la triste muerte de Johnson en 1980 y cuando Brian Johnson toma su lugar- a partir del séptimo álbum de estudio de la banda las cosas cambian y de pronto ese detalle amenazante desaparece: estamos, ahora, en una fiesta interminable y todos somos borrachos felices: esa fiesta ideal con la que sueña o ha soñado o soñó el hard rock desde sus comienzos y que ...

"The expanding universe", Laurie Spiegel, 1980/2012, Philo Records/Unseen worlds

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Hacia fines de la década de 1960 el compositor Richard Moore y el ingeniero electrónico y músico Max Mathews crearon el sistema GROOVE, que permitía la conexión a una computadora de un sintetizador analógico, de manera que la primera registrara todo lo que fuera tocado (desde notas hasta seteos de módulos) en el segundo y una vez concluido el registro fuera posible hacer cambios: de timbre, de tempo, duplicar voces, etc. Si bien no fue el primer uso de una compoutadora para crear música (además de la música que hace a la base de "IBM 1401, a user's manual", de Jóhann Jóhannsson) el propio Mathews se había adelantado en 1961, cuando diseñó un sistema que sintetizaba voz y cantaba la canción "Daisy Bell"; Arthur Clarke, uno de los primeros escuchas del resultado, homenajeó a Mathews incorporando la canción a "2001 A Space Odysseey"), GROOVE fue el sistema más poderoso de su época, y se mantuvo operacional hasta 1980. Ese mismo año fue publicado el prim...

"Blizzard of Ozz", Ozzy Osbourne, 1980, Jet

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Más allá de la parafernalia del lado oscuro que atraviesa tanto su primer álbum solista como la carrera completa -antes y después de "Blizzard of Ozz- de Ozzy Osbourne, hay algo esencialmente ágil, feliz y rockero en el álbum de 1980, un disco en el que la mayor parte de las canciones rockean como pocas. Es posible que cierta tensión entre el hard rock setentero y el heavy metal -que por entonces se hallaba en algo así como su explosión del Cámbrico, con formas que no generarían nuevos géneros y otras que se expanderían en demasiadas variantes- sea lo que vuelve a "Blizzard of Ozz" un disco tan amable con el usuario, tan "pop" si se quiere. Hay, para empezar, un gusto por la melodía que no sólo se debe al oído clásico del maravilloso Randy Rhoads sino al talento como melodista de Osbourne, más evidente en su primer disco solista que en los ocho álbumes que lo tuvieron como vocalista al frente de Black Sabbath, donde buena parte del "esti...