"Discipline", King Crimson, 1981, E.G./Warner Bros

Hasta la década de 1990 (cuando la cosa se complica un poco más) hay, a grandes rasgos, tres modulaciones sobre la idea de "rock progresivo" exploradas por King Crimson. La primera es la digamos fundacional, cuyas líneas básicas (y para muchos su mejor ejemplo) quedaron propuestas por el primer álbum de estudio de la banda, "In the court of the Crimson King" (1969) y exploradas por los tres que siguieron, cambiando de paso la integración de la banda unas cuantas veces. El sonido de esta etapa -o zona- de la discografía remite, cabría pensar, a la incorporación de procedimientos y recursos de la música llamada "clásica" a una base de rock -no necesariamente la "base del rock" en el sentido filológico de aquellas bandas que pretendían "volver a las raíces" blueseras del género sino, por el contrario, tomando el rock donde lo habían dejado The Beatles y Bob Dylan entre 1966 y 1967-, y el resultado es una música voluptuosa, compleja, evidentemente virtuosística y, sobre todo, transparente en su musicalidad. Los referentes "clásicos" son ante todo románticos, mahlerianos incluso, y de alguna manera dejaron esa impronta específica en el género. Eventualmente, por cierto, Fripp consideraría esa matriz agotada y ensayaría la segunda manera en que su banda se relacionó con el "rock progresivo"; en 1973, ya con el género establecido y habiendo producido discos clásicos como "The dark side of the moon", de Pink Floyd, y "Close to the edge", de Yes, King Crimson propone "Lark's tongues in aspic", que desplaza la voluptuosidad de la primera etapa hacia una sonoridad más abrasiva, menos inmediatamente legible e influida por la música de comienzos del siglo XX, en particular Bartok y Stravinski, aunque también incorporando algunos elementos de minimalismo. Esta fase de King Crimson evoluciona -en nada más que tres álbumes- hacia un sonido cercano al metal, presente en buena parte de "Red" (1974) y que será retomado por la banda en la década de 1990.
Agotado una vez más, Fripp disolvió King Crimson en 1974 y se dedicó a colaborar con otros músicos (Eno, Bowie, Blondie), a pensar proyectos solistas (el disco "Exposure", de 1979, por ejemplo) y a estudiar la escena new wave (y no-wave y postpunk) de New York al final de los setentas; el resultado es la tercera modulación sobre la matriz progresiva, propuesta rotundamente, con abrumadora claridad, en el octavo álbum de la banda.
El referente digamos "clásico" es plenamente el minimalismo, pero el álbum también logra -y es interesante pensarlo en relación a qué estaban haciendo los otros gigantes del prog en ese momento- conectarse con su época de una manera tan fresca y fértil como lo había hecho "In the court of the Crimson King" con el rock de "Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band"; ahora, por supuesto, los referentes son otros, todos ellos marcadamente postpunk y, ante todo, Talking Heads. De hecho, en la inclusión de una segunda guitarra parecen quedar declarados los nuevos principios de la banda: el sonido de una guitarra única en diálogo con otros instrumentos solistas (vientos en la primera etapa, violín en la segunda, melotrón en todas) es abandonado y en su lugar aparece la interconexión entre dos guitarras y la desaparición de buena parte de la riqueza tímbrica de las etapas anteriores (en particular, por supuesto, de la primera). Fripp, entonces, se encargará -en líneas generales- de ofrecer bases arpegiadas de altísima complejidad y mínimo ímpetu melódico mientras Adrian Belew aportará solos y texturas de distorsión, flanger, reverb y delay.
"Elephant talk", la primera composición del disco deja esto más que claro: sobre una base doble de chapman stick (a cargo de Tony Levin) y de arpegios en guitarra sin distorsión (a cargo de Fripp, quien toca un "antisolo" hacia 2:38, en el puente o pasaje instrumental intermedio), Belew canta, toca algunos acordes, arriesga arreglos y, hacia 3:29, comienza su solo, en el que, básicamente, imita el sonido de un elefante (la técnica, por cierto, es explicada por el guitarrista en el excelente video "The electronic guitar of Adrian Belew", que pude verse en YouTube). La canción, además, es notoriamente poco melódica y "pop": no sólo elude Belew hacer algo realmente parecido a "cantar" sino que, además, la letra está basada ante todo en juegos de palabras guiados por el orden de las letras en el alfabeto.
"Frame by frame" repite el patrón pero logra superar a su predecesora en cuanto al trabajo vocal a cargo de Belew, que propone momentos melódicos fascinantes superpuestos a los arpegios y aullidos de las guitarras y a la secuencia intrincada y aceleradísima del chapman stick. La composición -entre las dos o tres mejores del disco- termina con otra de las marcas de estilo de King Crimson en ese momento: la construcción de polímetros desde dos guitarras arpegiadas que repiten su patrón hasta alcanzar la sincronía (o antes del punto en que el oído predice el encuentro entre las figuras).
Acaso a manera de descanso del final de "Frame by frame" aparece "Matte Kudasai", un blues con acordes pensados para torturar a los guitarristas, un riff que intercala compases en 12/8 y 6/8, y los sonidos de guitarra de Belew más líricos hasta ese momento en el álbum, pero
"Indiscipline", el final de la cara A, destruye cualquier pretensión de seguir en la línea amable con el usuario. Además de que una vez más se prescinde de la melodía, lo ofrecido es una interacción lo más cacofónica posible entre dos guitarras, una de ellas tocando un riff en 15/8 y la otra remedando sirenas, aullidos y alarmas, mientras la batería intenta a todo momento oponerse a los otros instrumentos, tocando siempre por fuera del pulso.
El lado B del vinilo contiene apenas tres composiciones, que de alguna manera ofrecen una cancelación (o un punto álgido) para lo ofrecido por el primero. Así, canciones como "Frame by frame" y "Elephant talk" desembocan en "Thela Hun Ginjeet" (que incluye el riff de bajo más irresistible de la historia del rock), y un polímetro entre Fripp (que toca en 7/8) y el resto de la banda (en 4/4 generalmente). Después, el instrumental "The sheltering sky" ofrece la única más o menos apreciable referencia al pasado de la banda, en una suerte de versión actualizada (a las percusiones de gamelán y marimba que Bruford propone aquí y allá) de "The talking drum", de "Lark's tongues in aspic"; de hecho, si esta última composición funcionaba como un crescendo irritante hasta la segunda parte del title-track, acá "The sheltering sky" ofrece un paisaje sonoro mucho más rico y heterogéneo, que acaso propone en su percusión una referencia al Tanger de la novela del mismo título publicada por Paul Bowles en 1949, lo cual, además, sirve de anuncio del lugar central que tomará la generación beat en el siguiente álbum de la banda. Es la canción climática por excelencia del álbum, y en ese sentido retoma momentos específicos de "Frame by frame" y, especialmente, "Matte Kudasai".
En cualquier caso, el plato fuerte de "Discipline" está en la composición que lleva ese mismo nombre, una de las piezas más arduas y fascinantes de King Crimson (lo cual no es decir poco, para una banda que había grabado "Fracture" ocho años atrás). Se trata de un complejo patrón de guitarras que arpegian armando polímetros jamás satisfechos, interrumpidos por verdaderos oasis de 4/4 y arreglos vagamente melódicos; el patrón de compases comienza con Fripp y Belew tocando en 5/8, para que después se pase a 5/8 sobre 4/4, a 5/8 sobre 9/8, a 15/16 sobre 14/16 y más, a veces simplemente omitiendo una nota como dejando un vacío que inestabilice el patrón de tiempo de la composición. Como base, Bruford toca un ritmo en 17/16 sobre un tambor de hendidura camerunés, al que impone además -a lo largo de casi toda la pieza- un bombo en 4/4 que aporta algo así como una pauta dance para la canción más ardua del disco.
Es interesante, además, que buena parte de lo que tocan los arpegios de guitarra en todas las canciones -con la excepción de "Matte kudasai", quizá- ofrezca variaciones -en tempo y en la pauta de la secuencia- de un par de motivos, que a su vez quedan presentados claramente en "Discipline"; puede escucharse esto de manera más notoria al comparar el final polimétrico de "Frame by frame" y el comienzo de "Discipline".
Posiblemente King Crimson no haya ofrecido después de su octavo disco de estudio un álbum tan perfecto y abrumador. Los experimentos más metaleros de los noventas, entonces, llevaron a la banda en otra dirección (que tiene su mejor momento en el hasta ahora último de los álbumes de la banda, "The power to believe", de 2003) y a los otros dos discos de la década de 1980 proponen -especialmente en "Beat", de 1982- una variante más pop -y un poco más disuelta- del sonido de "Discipline", o más pensada como una manera de reescribir el sonido setentero de la banda desde los códigos de la nueva estética y formación, como es notorio en la tercera parte de "Lark's tongues in aspic", contenida en "Three of a perfect pair" (1984), o en los pasajes instrumentales ("Industry" y "Nuages", especialmente), de ese álbum.

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