"I dormienti", Brian Eno, 1999, Opal

Si bien sólo uno de sus álbumes podría ser pensado como dark ambient propiamente dicho, es cierto que cierta parte de los trabajos de Eno, e incluso los más generativos, funciona, al menos por momentos, en una atmósfera inquietante, perturbadora o incluso incómoda. Es el caso, por ejemplo, de su decimoséptimo álbum de estudio, "I dormienti", pensado originalmente como fondo para una instalación y editado después a su versión discográfica de 39 minutos. Funciona, ante todo, bajo el mismo principio básico que "Music for airports" o "Thursday afternoon": loops y pulsos que entran y salen de fase, generando momentos ligeramente distintos y ligeramente iguales. Hay un trabajo notorio en las frecuencias bajas, que hace resonar profundamente a la música (algo que se nota especialmente si se toma distancia con la fuente del sonido o se interpone alguna barrera que otra) y la convierte en un drone casi ininterrumpido, pero lo que termina de crear la atmósfera de tensa inmediatez y de cercanía casi física y casi intolerable es la unión entre notas de sintetizador y vocalizaciones -fonemas aislados, casi siempre "eh" y "ah"- también arrojadas al sistema de loops, sincronía y desincronía.
Por debajo de todo esto, y de manera también intermitente, aparecen detalles texturales más sutiles, de volumen más bajo en la mezcla e instalados en las frecuencias más altas, por encima de las vocalizaciónes, que quedan en el medio entre estos detalles y los pulsos de bajo. Hay (como en 15:30) irrupciones de chasquidos eléctricos, como pequeñas sobrecargas, que parecen empujar a algunas sílabas a derretirse sobre las notas graves, casi como en una suerte de glitch; en otros casos el eco o delay en las sílabas termina afinándolas hacia las frecuencias altas y perdiéndose, por tanto, en esos detalles más extraños de la textura. Hay ciertas resonancias metálicas, hay "gotas" percusivas, hay también zumbidos mínimos y efímeros -que por momentos parecen códigos transmitidos por radio- y, hacia el final, el vislumbre de un fondo de acordes de sintetizador, que hace especialmente sugerente a los últimos minutos de la pieza, como si poco a poco empezara a configurarse un nuevo mundo. Sin embargo, pronto empiezan a desaparecer el drone en las frecuencias bajas y la síalabas y las notas de sintetizador quedan expuestas como incapaces de sostener la trama. La pieza entonces termina, o, si se la escucha en loop (la manera más recomendable), se genera un par de segundos de silencio previo a la nueva reconfiguración.

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