"Evening star", Fripp y Eno, 1975, Island
1975 fue algo así como el primer gran año milagroso de Brian Eno: en septiembre apareció "Another green world", para muchos su álbum más bello y de alguna manera una suma (previa: un plan, un esquema a futuro) de todo lo que haría después, y en noviembre "Discreet music", la primera configuración completa de dos ideas fundamentales en su discografía: la música generativa (o sea un proceso generador en el que no hay -o si la hay es mínima- intervención de un sujeto expresivo) y la música ambient.
Ahora bien, el origen de ese álbum está en piezas que Eno se había propuesto crear para que Robert Fripp improvisara sobre ellas con la guitarra, algo similar a lo que ya había quedado registrado en "(No pussyfooting)" (1973), donde Fripp creaba bellísimas texturas de guitarra a través de lo que ahora cabría presentar como un uso exacerbado del delay (y que entonces requería, por supuesto, el uso de loops de cinta), formateado y después retocado por Eno. Y fue en el tercer álbum de 1975, entonces, donde la conexión entre los experimentos de loops con Fripp y la música generativa quedó puesta en evidencia, en tanto el cierre del delicioso lado A de "Evening star" es una suerte de recorte del proceso de "Discreet music", mezclado y ecualizado de diferente manera.
Todo el disco, en cualquier caso, está creado con los sistemas de loop/delay, entonces llamados "frippertronics" y luego repensados como "soundscapes" por el líder de King Crimson, que para 1975 llevaba algunos meses de haber disuelto su banda y se proponía dejar para siempre la guitarra; en ese sentido, "Evening star" -con su calma inquietante, su serenidad siniestra- podría ser pensado como la despedida de ese Fripp veinteañero de la música, tanto como un punto de partida para Brian Eno.
Quizá el momento de mayor belleza del álbum está en el pasaje entre las dos primeras piezas, "Wind on water" y "Evening star", la primera una marea de sintetizadores dentro de la que se mecen los loops de la guitarra de Fripp, la segunda un rasguido de guitarra loopeado sobre el que se reiteran armónicos y arpegios y, a los 37 segundos desde el arranque, empieza a sonar un solo de Fripp (más adelante aparece también un teclado, a cargo de Eno). Ambas piezas son bellísimas en sí mismas en tanto ambient y en tanto texturas, pero en el momento en que la primera inicia su (rápido) fade out y la segunda su fade in, en ese instante en que conviven, por decirlo así, el cambio de tono y de sonoridades parece desplazar al oyente de un universo a otro, y esa sensación queda en suspenso: desde allí, si se quiere, se escucha el resto del álbum: en completa maravilla.
Es fácil pasar por alto "Evensong", que no incluye una de las marcas más notorias de las colaboraciones Eno-Fripp (es decir los evanescentes y a la vez laboriosos solos del guitarrista), pero en su reiteración despojada y melancólica del mismo arpegio (con un fondo de sintetizadores y algunas notas aisladas que detallan el paisaje aquí y allá) opera un efecto similar al que relaciona las dos primeras piezas: la serenidad de "Wind on wind" vuelve a transportarnos, es decir.
El lado B es la pieza más ardua del álbum; titulada "An index of metals", viene partida en 6 tracks en el remaster más reciente (2008), y se adentra en el territorio más extraño del dark ambient, con su lentísima progresión hacia un sonido abrasivo y distorsionado, como si fuese una versión narrativa y entrópica de "Metal machine music", la obra maestra ambient, noise y generativa de Lou Reed, lanzada cinco meses atrás. El final, con las tres notas difusas en las frecuencias graves y los loops de ruido, rematan de la manera más desoladora posible al álbum, del mismo modo que los solos de Fripp en las secciones 3 y 4 lo abren a la extrañeza y el terror.
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