"Variaciones Goldberg", JS Bach, 1741, versión de Kenneth Gilbert, Harmonia Mundi, 1987

En una primera instancia está el sonido: el clave construido por Hubert Bédard y elegido por Kenneth Gilbert para su versión de las variaciones Goldberg (BWV 988) resuena magnificamente en la grabación -ya algo así como un clásico del sello- de Harmonia Mundi, cuya primera edición data de 1987 y ha sido relanzada varias veces (mi CD es la de 1999 en la Harmonia Mundi Bach Edition)-, lleno, reverberante y denso en los medios y los graves, mucho más interesante en ese sentido que el de otras versiones sobresalientes. Y después, por supuesto, está la interpretación en sí: Gilbert detalla en el librillo algunas de sus decisiones, todas hasta cierto punto cuestionables pero sin duda punto de partida para una versión ágil y disfrutable del aria y las treinta variaciones.
Uno de los detalles más importantes es el de las repeticiones: cada variación (y también el aria, que para muchos podría pensarse también como una variación, la única repetida, al comienzo y el final de la performance) sigue la forma AABB, y en muchas ocasiones las repeticiones parten de algunas notas escritas a modo de enganche entre la primera ejecución de la sección y su repetición. Las opciones son, entonces, no tocar repetición alguna (y despachar todas las variaciones en la forma más sucinta, AB), tocarlas todas o, si se van a tocar algunas, ofrecer un criterio. Y esto último es precisamente lo que hace Gilbert. Acaso un purista de las Goldberg preferirá siempre las repeticiones (yo levantaría la mano en cuanto a esto), pero sin duda que el criterio ofrecido en esta versión es atendible: Gilbert repite en todos los cánones (las variaciones pueden ordenarse en diez grupos de tres, y la tercera variación de cada uno de esos grupos siempre es un canon; el primero al unísono, el segundo en la segunda, el tercero en la tercera y así sucesivamente, hasta llegar a lo que debería ser un canon en la décima y que termina por romper la pauta), ya que al oído del oyente le sirve la repetición para concentrarse ya no en la primera voz sino en su repetición canónica, repite en todas aquellas variaciones que incluyen esas "notas extras" incorporadas a modo de enganche entre las secciones repetidas, y repite en todas las variaciones breves; no lo hace en las variaciones más en plan tocatta, que deben pasar -dice Gilbert- a modo de ejercicio o divertimento en tanto funcionarían como alivio o respiro entre los cánones, más complejos y demandantes.
No vale la pena repetir acá la leyenda sobre las Goldberg más allá que para repensar su condición de música para insomnes y, por lo tanto, su sugerencia de un estado especial de atención (no muy diferente a las posibilidades múltiples que quería Brian Eno para sus piezas ambient): se trata tanto de música para dormir como de música para capturar la atención cuando no se puede dormir; en su monotonía esencial -las variaciones están en el límite tenso entre lo mismo y lo otro: son tanto "otras" porque son treinta diferenciables como "lo mismo" por ser variaciones, por más que no haya una melodía enunciada claramente que luego sea sometida al procedimiento variacional y lo más parecido a esto sea el bajo del aria que abre y cierra el conjunto de piezas- aspiran a expandirse en esas regiones de la consciencia, al borde de la duermevela y libre de la sucesión estricta del tiempo: de ahí la vuelta, los ciclos, la repetición, los juegos de espejo y alejamiento en la escala tonal.
Gilbert se propuso ofrecer las variaciones bajo la idea de subrayar su condición de obra unitaria o ciclo cuidadosamente estructurado, y por tanto hay pocos silencios en su performance, que "engancha" a las variaciones y las dispone en grupos. El CD, de hecho, no incluye las consabidas o esperables treinta y dos pistas sino que se ordena en doce: el aria al comienzo, las variaciones 1 a 4 en la segunda pista, las 5 a 8 en la tercera, las 9-12 en la cuarta, la 13 en la quinta, las 14-15 en la sexta, la 16 en la séptima, las 17-20 en la octava, las 21-24 en la novena, la (monstruosamente sobrecogedora, aterradoramente hermosa) variación 25 en la pista diez, las 26-30 en la once y la repetición del aria ("aria da capo") en la doce. El criterio para separarlas de este modo está en marcas tipográficas (puntos o dos puntos) escritos por Bach al final de cada variación. ¿Discutible? Quizá. Confieso que me resulta mucho más cómodo que a cada track corresponda una variación, y que por esto mi relación con la versión de Gilbert -que está de todas formas entre mis 5 favoritas- ese da de una manera menos fluída. Pero, a la vez, cabe pensar que esto de alguna manera "fomenta" no escuchar variaciones individuales y siempre reproducir el conjunto completo, donde esa escala de silencios incorporada por Gilbert termina por resultar significativa y expresiva.
Más allá de esto, Gilbert toca con potencia, como un John Bonham del clave, y se mantiene en un tempo uniforme (no lo cambia gran cosa entre las variaciones), ni especialmente acelerado ni pantanosamente lento, a la vez que hace lo posible -cuando corresponde, claro está- por destacar la cualidad de danza de muchas de las variantes, como la polonesa de la primera variación, el minué de la 19 o la alemanda de la 21. Por todas estas atenciones digamos "conceptuales", esta versión de las Goldberg está entre las más interesantes de escuchar. Eso, entonces, y que el clave empleado suena maravillosamente bien.

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