"Party", Aldous Harding, 2017, 4AD
El video de "Horizon" ofrece un concentrado de todo lo que puede tener de fascinante -y más disperso- el disco del que procede la canción, segundo álbum de estudio de Aldous Harding. Su manera delicada de construir un clima absolutamente inquietante es asombrosa: el arreglo mínimo se vuelve estremecedor y la voz de Harding evoca viento, frío y desolación y una crueldad que parece trascender lo consabido, casi escribo "lo humano". La textura de piano con ese largo decay en los acordes y la voz que se espesa en la garganta mientras dibuja una melodía no del todo convencional, no del todo pop, a la vez que se afina de manera casi infantil y se disuelve en la palabra "horizon", logran crear la sensación de que algo no está del todo bien, de que una máscara se ha deslizado lo suficiente como para permitir que descubramos una piel enferma, y poco a poco la canción va siendo dominada por algo que nos entristece tanto como nos inquieta.
El efecto está presente en todo el álbum, pero las canciones a veces se instalan más cerca del pop/folk (Harding caracteriza su música como "gothic folk", por cierto), como sucede con "Blend", en la que tensa el ambiente una percusión sutil, y especialmente "Imagining my men", con su arranque de voz grave sobre el pulso de los pequeños acordes del piano y el toque casi ínfimo de percusión. La canción parece aclararse hacia una segunda mitad en la que sorprenden unos coros de niñan que complican el paisaje sonoro mientras la voz principal ofrece una performance vocal de una notoria dulzura y la música se expande en un solo instrumental de bronces. Esta línea de lo infantil/inquietante es más plenamente explorada por "Party", mientras que el lado más pop retorna en "I'm so sorry", preludio perfecto para la estremecedora "Horizon". "What if birds", la que sigue, parece esforzarse por poner de frente el lado luminoso de un disco que, emocional o mentalmente, parece haber sido incapaz de evitar que apareciera la falla, su componente de oscuridad. "The world is looking" y "Swell does the skull" terminan por resolver al disco en melancolía a la vez que sugerir una distancia, un alejamiento, como si el hipotético sujeto del disco tuviera que retroceder después de haber permitido que quedase expuesto su lado más extraño.
En el medio queda "Living the classics", con su compactos arpegios de guitarra y el paisaje sonoro del final, otro presagio de que hay algo escondido entre las sombras.
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