"No code", Pearl Jam, 1996, Epic
Es posible ver "No code" como el cierre de una primera etapa en la evolución de Pearl Jam, o, al menos, como el momento final en una serie de esfuerzos por apartarse del sonido y la estética de "Ten" (1991), el primer álbum de la banda. Así, tanto "Vs." (1993) como "Vitalogy" (1994) propusieron un sonido más directo y una producción más cruda, a la vez que el posterior "No code" tomó al registro emocional furioso y agresivo de buena parte de sus precedentes y lo trató como si fuera un color más en una paleta más amplia y ahora disponible para la banda. Es, dicho de otro modo, su álbum más variado y a la vez sutil; eso significó un gesto ante todo experimental y arriesgado, que, como suele pasar, no fue del todo bien recibido por los fans. ¿Pero a quién le importa algo así casi 21 años más tarde? Quizá ya sea tiempo de revalorizarlo como el mejor de la discografía.
Es, en todo caso, un favorito personal, junto a "Vitalogy" y a algunos momentos de "Binaural" (2000), aunque no se puede negar la precisión pop de las mejores composiciones de "Yield" (1998). Canciones como la sobrecogedora "Who you are", con su evidente cualidad de mantra y sus sonoridades orientales (Vedder tocó un sitar eléctrico en su grabación, por ejemplo), sumada a la delicada complejidad polirrítmica de su percusión, lo vuelven la matriz no siempre evidente de buena parte de la obra posterior de la banda y de la carrera solista de Vedder. Del mismo modo, "Present tense" vira esa cualidad hipersensible y empática (que sin duda había estado esperando hasta entonces en el timbre y textura de la voz de Vedder, la más inagotable de los 90s) hacia lugares más oscuros e inquietantes, como si se señalara, básicamente, esa parte de nosotros con la que no logramos hacer las paces pero que nos atrae irremediablemente.
Entre esos dos polos cabe proponer buena parte de las canciones mas gentiles del álbum, por llamarlas de alguna manera, y hay momentos especialmente bellos en "Off he goes" y el bellísimo cierre del disco, "Around the bend", canción de aceptación y resignación que podría sonar en los créditos finales de la vida de cualquiera.
Buena parte del sonido del disco se apoya en la percusión y el paisaje sonoro que se genera a partir de ella, de lo que es un buen foco de atención el tema "In my tree", con su impresionante trabajo de texturas y sus cambios de sonoridad.
En realidad no hay momento alguno del disco que no encierre una sorpresa: la armónica en "Smile" (y la insistencia ineludible de su base rítmica), las guitarras delicadas y chispeantes de "Sometimes" y, sin duda, las composiciones más directas y rockeras, como "Mankind" (que suena al punk-rock setentero de un universo paralelo) y "Hail Hail", que tiene acaso el mejor puente del disco.
"Habit" y "Lurkin" funcionan como gancho con el pasado furioso de la banda (y otra muestra del poder de PJ a la hora de proponer estribillos tremendos y para nada obvios, cuando se lo proponen) y "I'm open" con un futuro que no llegó a materializarse, en el que Pearl Jam se veía arrojado al territorio siempre extraño del ambient, con una composición que, más allá de su estremecedor segmento spoken-word, podría pertenecer al lado B de "Before and after music", de Eno. Acaso como contrapartida exacta al experimentalismo de esta canción suena "Red Mosquito", donde el ADN setentero queda una vez más en evidencia, aunque aparece una cierta insistencia (casi como una afirmación metamusical) en el rol de la psicodelia tardosesentera en ese sonido tan querido por la banda.
Entonces, si "In Utero" es el abismo de mi generación, "No code" es su bálsamo.
Cosas que pasaban en los noventas.
Es, en todo caso, un favorito personal, junto a "Vitalogy" y a algunos momentos de "Binaural" (2000), aunque no se puede negar la precisión pop de las mejores composiciones de "Yield" (1998). Canciones como la sobrecogedora "Who you are", con su evidente cualidad de mantra y sus sonoridades orientales (Vedder tocó un sitar eléctrico en su grabación, por ejemplo), sumada a la delicada complejidad polirrítmica de su percusión, lo vuelven la matriz no siempre evidente de buena parte de la obra posterior de la banda y de la carrera solista de Vedder. Del mismo modo, "Present tense" vira esa cualidad hipersensible y empática (que sin duda había estado esperando hasta entonces en el timbre y textura de la voz de Vedder, la más inagotable de los 90s) hacia lugares más oscuros e inquietantes, como si se señalara, básicamente, esa parte de nosotros con la que no logramos hacer las paces pero que nos atrae irremediablemente.
Entre esos dos polos cabe proponer buena parte de las canciones mas gentiles del álbum, por llamarlas de alguna manera, y hay momentos especialmente bellos en "Off he goes" y el bellísimo cierre del disco, "Around the bend", canción de aceptación y resignación que podría sonar en los créditos finales de la vida de cualquiera.
Buena parte del sonido del disco se apoya en la percusión y el paisaje sonoro que se genera a partir de ella, de lo que es un buen foco de atención el tema "In my tree", con su impresionante trabajo de texturas y sus cambios de sonoridad.
En realidad no hay momento alguno del disco que no encierre una sorpresa: la armónica en "Smile" (y la insistencia ineludible de su base rítmica), las guitarras delicadas y chispeantes de "Sometimes" y, sin duda, las composiciones más directas y rockeras, como "Mankind" (que suena al punk-rock setentero de un universo paralelo) y "Hail Hail", que tiene acaso el mejor puente del disco.
"Habit" y "Lurkin" funcionan como gancho con el pasado furioso de la banda (y otra muestra del poder de PJ a la hora de proponer estribillos tremendos y para nada obvios, cuando se lo proponen) y "I'm open" con un futuro que no llegó a materializarse, en el que Pearl Jam se veía arrojado al territorio siempre extraño del ambient, con una composición que, más allá de su estremecedor segmento spoken-word, podría pertenecer al lado B de "Before and after music", de Eno. Acaso como contrapartida exacta al experimentalismo de esta canción suena "Red Mosquito", donde el ADN setentero queda una vez más en evidencia, aunque aparece una cierta insistencia (casi como una afirmación metamusical) en el rol de la psicodelia tardosesentera en ese sonido tan querido por la banda.
Entonces, si "In Utero" es el abismo de mi generación, "No code" es su bálsamo.
Cosas que pasaban en los noventas.
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