"Computer world", Kraftwerk, 1981, Kling Klang/EMI/Warner

Así como "Kind of blue" (1959) parece fácilmente asimilable a un posible arquetipo del jazz -en el sentido de que la noción misma del género parece de alguna manera ligada al sonido del álbum de Miles Davis-, quizá el octavo disco de Kfraftwerk opere de manera similar en relación a la música electrónica. No es fácil decir que sea "el mejor" -más allá de que la música no es un certamen-, acaso sí uno "de los mejores", pero más allá de ese asunto sin importancia está claro que su sonido connota (y se vuelve metonimia de) el género en que se inscribe y ayudó a fundar. En cierto sentido era algo tarde para Kfraftwerk, pero por eso mismo es que funciona tan bien "Computer world": ya no era extraño ni novedoso, sino una cualidad del presente más tenso. Ya era asimilable a un género, y acaso ahí estén los últimos toques de la fundación de la electrónica como precisamente eso: un género definido que ya no era "experimental". Esto quiere decir, entonces, que "Computer world" no retiene la fascinación de territorio previamente inexplorado que cabe encontrar en "Autobahn" (1974), "Radioactivity" (1975), "Trans-Europa Express" (1977) y, un poco en menor medida, el excelente "The man machine" (1978), y por eso, magnífico como es, el octavo álbum de la banda no parece tan claramente el más fascinante o desafiante; pero si miramos la discografía de Kraftwerk como una suerte de proceso de destilación o perfeccionamiento en ciertas direcciones, no cabe duda que "Computer world" es una obra maestra. Cosa que, por fuera del proceso de la banda, es aún más claramente.
Así como ciertas bandas ofrecen un sonido que las dice y les sirve de metonimia (no se me ocurre mejor ejemplo que The Beatles), y que en principio es independiente de la música en sí o lo musical, es interesante pensar en los álbumes que más que decir a sus autores dicen un género, justamente más allá de lo musical. Es decir: "Satisfaction" y "Smoke on the water" dicen rock y hard rock, pero lo hacen desde cualidades musicales de sus riffs y sus estructuras; "Computer world" ("Computerwelt"), la apertura del álbum, en cambio, lo dice desde sus timbres y la interacción entre estos (la "textura", digamos), de manera similar a lo que podría pasar con "E2-E4" (1984), de Manuel Göttsching. La primera aparición del motivo principal de la pieza (y del álbum), sobre el fondo rítmico, termina de ofrecer esa textura: hay una base incesante, "electrónica", y también una forma de melancolía: pero es en el reverb de la frase melódica, y por tanto en la manera en que se funde con la base, que el sonido queda perfectamente ofrecido.
Es fácil pensar que de alguna manera el lustre de "Pocket calculator" ("Taschenrechner") ha envejecido, al menos desde el tema de su letra -y yo de todas formas recuerdo la fascinación que ejerció en mí una calculadora de bolsillo CASIO que había comprado mi padre en 1983 o 1984-, pero incluso prescindiendo de los efectos de sonido, la base rítmica y el arreglo melódico recurrente aportan a una belleza innegable de la canción, y de hecho también a cierta frescura, de la que acaso pueda derivarse una cualidad vagamente atemporal.
Posiblemente no pase lo mismo con "Numbers" ("Nummern"); si el álbum juega a proponer un sonido único y un tema definido (el mundo de la informática, digamos) y a cortar sus secciones de acuerdo a climas, moods o incluso emociones, la tercera composición ensaya una oscuridad y una cualidad algo siniestra que no necesariamente resiste el cambio en la manera en que escuchamos ahora las voces sintéticas reiterando una cuenta 1-2-3-4 en distintos idiomas; su continuación en "Computer world 2" ("Computerwelt 2"), de todas formas, con la reaparición del motivo del álbum, ofrece un momento de gran belleza.
El lado B comienza con "Computer love" ("Computerliebe") la pieza más pop de la propuesta, una suerte de versión más luminosa y cristalina de "The model" o "Showroom dummies" en términos de estructura y composición. Es también, junto a las dos "Computer world" del lado A, uno de los momentos de mayor belleza del álbum.
"Home computer" (Heimcomputer) e "It's more fun to compute" ofrecen en general más momentos oscuros o hasta siniestros, como si se quisiera ofrecer el lado amenazante de ese futuro de glorificación informática, algo así como la Skynet de 1981 o, acaso, una suerte de extrañamiento en la deshumanización que ofrece una visión complementaria con lo propuesto en "The man machine" tres años atrás. Acaso el momento más interesante de las dos pizas que cierran el álbum está justamente en la sección que las separa, al final de "Home computer" (4:21-6:20), con toda posible musicalidad -en sentido trivial- disuelta en un pulso preciso y una serie de sonidos digamos "informáticos", de los que se sale con el riff ominoso de "It's more fun to compute", donde la ironía con la "diversión" del título termina por redondear la propuesta conceptual.

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