"Sabbath bloody sabbath", Black Sabbath, 1973, WWA/Vertigo
¿Qué podía hacer Black Sabbath después de la perfección doom de "Master of reality" (1971) sino explorar territorios nuevos? Así, para "Vol. 4" (1972), además del cambio en la producción, que pasó a manos de Tony Iommi, se volvió evidente la experimentación con texturas y registros novedosos para la banda, gesto que culmina en el quinto álbum, del que puede decirse tranquilamente que es la última obra maestra de la formación clásica de Sabbath y, sin duda, el mejor de los grabados por Osborne, Butler, Ward e Iommi junto al de 1971.
El lado A establece las intenciones con unas claridad y voluntad asombrosas; la apertura, que da nombre al disco, tras comenzar con el célebre "riff que salvó a Black Sabbath" (en tanto la banda, en su cenit del uso de cocaína y en Los Angeles, la misma ciudad en la que Bowie repetiría años más tarde las mismas paranoias, atravesaba un bloqueo creativo hasta que Iommi concibió el riff en cuestión) y la inmediatez pesada de los primeros tres discos de la banda, pasa a una sección (1:54, y acaso pueda pensársela como un puente) marcadamente contrastante, tanto desde la melodía vocal como de las texturas implicadas de guitarra acústica. Sigue después un solo sobre el riff original y, hacia el final, una nueva sección todavía más pesada, a base de power chords muteados.
De manera similar opera "Sabbra cadabra", acaso el momento más fascinante del álbum y cierre del lado A. Otro riff memorable, un tempo más frenético, una sección central donde la textura cambia drásticamente -ahora con sintetizadores: Ozzy se había comprado hacía poco un ARP 2600- y una melodía escalofriante ("I don't wanna leave you", hacia 2:47). El final queda sacudido por notas de piano (a cargo de nada más y nada menos que Rick Wakeman, que se metió en el estudio junto a Sabbath aburrido de la grabación del mamut prog de "Tales of topographic oceans" y recibió como paga una cerveza) y rulos de batería, hasta que una simple nota de guitarra interrumpe el proceso como si el universo de pronto se desanudara en un suspiro.
En el centro del lado A quedan un instrumental -"Fluff", bello pero no especialmente memorable más allá de su oportunísimo lugar en el contexto del álbum- y "A national acrobat", otra pieza riffera, más en la vena del doom bamboleante que del hard rock oscuro de "Sabbath bloody sabbath" o "Sabbra cadabra"; una guitarra con wah-wah y distorsión ofrece un primer cambio de textura, pero es hacia 4:53 cuando, sobre un bajo en plan cabalgata, suena un arreglo instrumental a cargo de una guitarra llena, cálida y mediosa que parece transmutar mágicamente la canción.
El lado B abre con "Killing yourself to live", otra serie memorable de riffs, en particular el segundo, tocado por dos guitarras -una con un efecto de tremolo- sobre el que Ozzy arranca a cantar hacia 0:40. Tras un solo de guitarra y una sección más doom (2:32-2:46) cambia el tempo y suena una sección completamente diferente, más hardrockera y con momentos blueseros en los quiebres a cargo de la voz y la guitarra; para este momento el espectro del álbum ya parece amplísimo, pero es con "Who are you" que el quinto de Black Sabbath termina por volverse una experimentación sónica brillante. Acaso podría hablarse de snyth-doom para pensar en el gesto de dejar al ARP 2600 de Ozzy a cargo del riff principal, que sin duda habría sonado mastodóntico en la guitarra de Iommi pero que acá lo hace completamente extraterrestre; es sin duda el contexto -y lo que espera el oyente de Sabbath- lo que carga de extrañeza la textura de esta pieza, pero al momento -la mitad, más o menos- en que cabe acostumbrarse, digamos, un nuevo cambio vuelve todavía más inusitada a la composición, logrando que volver al riff del comienzo equivalga al alivio de volver a tierra firme, a sonoridades conocidas: pero ahí entendemos que nada era familiar en esta pieza extrañísima. Y quizá por eso sigue "Looking for today", un rockito casi trivial que de otro modo -de no ser por su posición precisa, es decir- podría pasar por un tropezón o un momento de desinterés. Pero, a la vez, las secciones en las que suena una flauta traversa (a cargo de Iommi) hacen que haya que pensarlo dos veces a la hora de desestimar "Looking for today", y está clarísimo que algo en su atmósfera festiva presagia (por casi seis años) algunos momentos del primer álbum solista de Ozzy y de ciertos caminos que tomaría el metal en el cambio de década.
"Spiral architect" cierra el lado B y el disco con otra fascinante variedad de texturas: desde los arpegios inquietantes del comienzo hasta la luminosa melodía vocal de las estrofas, desde los sutiles arreglos del comienzo "pesado" (0:52) hasta la parafernalia de cuerdas al final, cuya última sección, entre aplausos, ofrece un final sin duda enigmático al disco.
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