"Achtung Baby", U2, 1991, Island


Después de la fruslería de "Rattle and hum" (1989, incluyendo la legitimación desde un prócersaurio del dinoblues) parece que U2 comprendió por dónde iba aquello de "The european canon is here" (en "Station to station", 1976) y que en el corazón del rock debe estar siempre la impostura. Podría argumentarse que "Rattle and hum" no es menos falso que el álbum que vendría después, pero en el intento de sonar honestos, sinceros y emocionados ante las raíces del rock y el blues y el soul Bono y compañía no lograron otra cosa que un disco berreta, acaso porque sus pretensiones y sus habilidades terminaron por chocar.
Nada de eso sucede con "Achtung Baby", seguramente el mejor disco de la banda y, de hecho, uno de los más fascinantes de su década. La consigna (según Eno, que ofició de consejero y co-productor) fue "no sonar como U2", lo cual siempre parece una buena idea, incluso cuando implica descartar las composiciones texturadas y cinemáticas de lo mejor de "The unforgettable fire" (1984) y "The Joshua tree" (1987), e incorporar todo aquello que Bowie señaló en su viraje europeo: electrónica, krautrock y música industrial.
Sin embargo, "Achtung Baby" no suena como "Low" o "Heroes" (ambos de 1977), o, si vamos al caso, como Cluster o Harmonia, ya que es ante todo una colección de canciones. Es cierto que son todas maravillosos ejemplos de pop y que funcionan a la perfección dentro de sus disfraces industriales y electrónicos, pero no menos evidente es que composiciones como "Who's gonna ride your wild horses" podrían, con una producción diferente, haber encajado en cualquier disco anterior (o incluso posterior) de la banda.
El gesto de seguir los pasos de David Bowie es evidente hasta en la elección de los estudios Hansa para la grabación; y parte del interés del álbum también pasa por el hecho de que la Berlín de 1976-77 poco tenía que ver con la de 1990-91: la "ciudad llena de bares para que beba la gente triste" reportada por Bowie había sido mutada por la caída del muro, la reunificación de Alemania y el auge del humanismo liberal en esos momentos de último esplendor de Europa.
"Achtung Baby" abre con "Zoo Station" y "Even better than the real thing", dos canciones impecables, que establecen no sólo la tónica del álbum sino que además señalan su punto más alto; no porque lo que siga no valga la pena -claro que lo hace- sino porque en rigor, más allá de algunas exploraciones puntuales, el disco no va mucho más allá de lo ofrecido en su apertura. Están allí, entonces, las percusiones electrónicas, las guitarras distorsionadas, los bajos metronómicos y el trabajo vocal de Bono, que canta en personaje y duplica su voz en registros bajos y falsetes: todo esto es mentira, parece decir a cada momento, no me crean.
En la línea de exploración de nuevos (para la banda, es decir) sonidos de guitarra hay que nombrar "Mysterious ways" y "The fly", así como también se vuelve evidente que quienes busquen alguna referencia al "viejo" U2 (o, mejor, a lo mejor de los discos anteriores) lo encontrarán en la conmovedora "Until the end of the world". Y está "One", por supuesto, que sin ser la canción más fascinante del álbum logró convertirse en la más emblemática, seguramente por la perfección de su base rítmica y ese momento -después del solo minimalista de la guitarra- en que aparecen los teclados más fríos y remotos del disco.
Quizá lo menos interesante (al menos en comparación) esté en "So cruel" y "You're trying to hold your arms around the world", pero es imposible no reparar en que "Achtung Baby" cierra con tres canciones impresionantes: "Ultraviolet", "Acrobat" (uno de los pocos ejemplos de compases distintos al 4/4 que impera en el disco, en este caso un 12/8) y la oscura "Love is blindness", que contiene, en su segunda mitad, el mejor trabajo de The Edge en la guitarra.

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