"Ege Bamyasi", Can, 1972, United Artists
Incluso si "Ege Bamyasi" (1972) fuera criminalmente reducido a tres canciones, sería dificil no pensarlo como uno de los álbumes más fascinantes y ricos de la historia del rock. Es, además, el disco más accesible de la etapa digamos "clásica" de Can (la que cuenta con Damo Suzuki como vocalista), y sin duda la mejor puerta de entrada al universo musical de la banda. Pero, en cualquier caso, ¿cuáles serían esas tres canciones? Cabe pensarlas como las mejores, las más representativas y las más intensamente interesantes de las siete contenidas en el álbum: "Sing swan song", "Vitamin C" y "Spoon", acaso las más pop del disco si es que hay algo de pop en Can más allá del hecho evidente de que su álbum en cuestión fue producido industrialmente y distribuido profesional y globalmente (en oposición a tocar noise en un garage o autoeditarse discos experimentales).
Es posible también que sea "Sing swan song" el momento más bello de un disco tan hermoso como "Ege Bamyasi". Comienza con un breve paisaje sonoro que evoca líquidos en movimiento y de pronto aparece la voz de Damo Suzuki, inventando de paso a Radiohead y el indie y sonando como si fuera la mañana siguiente al fin del mundo. Pero hay más: la música, detrás de la reiteración de ocho versos (de los cuales 2, a su vez, se repiten también), impulsada por la batería urgente e insistente del recientemente fallecido Jaki Liebezeit, parece engañarnos haciéndonos creer que no hay un sentido de dirección, que la canción, es decir, no se dirige hacia nada más que un conjunto de repeticiones más o menos establecido; sin embargo, no pasa mucho antes de que caiga la sorpresa de un arreglo de guitarra o sintetizadores o un simple par de notas pulsadas con más fuerza en el bajo. En ese sentido la canción es rica en melodías mínimas, en detalles, a la vez que mantiene la sensación de un ambiente o un paisaje definido, desde el comienzo hasta el final. La tensión entre ambas posibilidades está resuelta de una manera única: en cierto sentido, muy pocas composiciones en el contexto del rock suenan así: se puede tender al lado ambient (la banda lo haría con sus álbumes siguientes) o se puede potenciar la voluptuosidad musical (a la manera del rock progresivo), y ambos caminos pueden entenderse como "facilidades", al menos con el beneficio de una mirada histórica rerospectiva; lo asombroso, entonces, es el lugar exacto en que Can propuso "Sing swan song".
"Vitamin C" es más breve y plantea además una progresión o crescendo más fácilmente legible; los versos de "hey you, you losin' you losin' you losin' you losin' your vitamin C" funcionan como estribillo aunque en realidad la composición no entra fácilmente en un formato canción (o, si parte de algo así, lo muta visiblemente). Una vez más es la batería -asombrosa- lo que anima y sirve de eje a la multiplicidad de arreglos y fraseos, y el solo de órgano que comienza en 2:12 simplemente nos empuja a un paisaje sonoro diferente e inesperado (¿y cómo no pensar en una versión de "La planète sauvage" musicalizada por apenas esta composición de Can, extendida o simplemente reiterada una y otra vez), hasta disolverlo todo en una reiteración (en fade-out) del "estribillo" y una confusión de ruidos que se prolongan hasta "Soup", la composición siguiente y la más ardua del disco, con sus secciones brutalmente diferenciadas y su interludio noise (a partir de 5:30).
Podría ser "Spoon" la composición más "amigable con el usuario" del disco: ofrece además una percusión más rica (hay una caja de ritmos sumada a la batería) y melodías más fácilmente "cantables" complementadas por arreglos de guitarra que suenan de alguna manera más cercanos a tradiciones reconocibles (hay alguna pentatónica notoriamente bluesera, por ejemplo). Pero es quizá su ambiente más juguetón (el sonido de la caja de ritmos sin duda contribuye a esto) lo que la diferencia de los momentos más perturbadores o extraños del disco.
Las composiciones más largas son la ya mencionada "Soup" (10:32 min) y "Pinch" (9:30), que abre el disco con lo que suena básicamente a un jam (en realidad muy editado, pero sin perder la frescura) que recuerda al disco dos del álbum anterior, aunque pasado por una suerte de filtro o contención que lo vuelve menos agresivo y extraño. También "One more night" se aparta de la marca de los tres minutos y pico, pero lo que ofrece es más fácilmente rastreable a sonidos consabidos del rock (lo cual no quiere decir que no haya sorpresas: de hecho por momentos pareciera que de eso se trata la canción: distraer al oyente con una base rítmica funk y arreglos de guitarra pentatónicos reiterados una y otra vez mientras, en el fondo, espaciadamente, aparecen pequeños sonidos que pertenecen a otro universo musical).
Sin duda "Ege Bamyasi" suena como nada había sonado antes y nada volvería a hacerlo después; de eso (dar la espalda a las ruinas del pasado y mirar hacia un futuro que jamás llegaría) se trataba el krautrock.
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