"In through the out door", Led Zeppelin, 1979, Swan Song
Está claro que decir "el peor álbum de Led Zeppelin" implica aludir a un disco que podría ser el mejor de casi cualquier otra banda, y no menos claro está que poco hay en "Presence" (1976) que pueda hacernos dudar de infligirle esa calificación, en especial si lo comparamos con el disco que seguiría y se convertiría en el último álbum de estudio de Jones, Plant, Bonham y Page. Es cierto también que hay que dar cuenta de "Nobody's fault but mine" y, acaso especialmente, "Achilles last stand" (sobre "Tea for one" diré algo más adelante), pero podrá argumentarse que ambas composiciones, excelentes como sin duda son, en rigor no aportaron nada nuevo al territorio de Led Zeppelin y, por tanto, no hicieron otra cosa que refinar parte de lo ya presente y de hecho reiterado, a la vez que cualquier cosa menos eso podría decirse de casi todas las canciones en "In through the out door".
Está por ejemplo "Carouselambra", al comienzo del lado B. Además de ser la segunda canción más extensa de Zeppelin (le gana sólo "In my time of dying") está claro que en su paroxismo de sintetizadores y en la multiplicidad y variedad de sus secciones se dibuja no uno sino unos cuantos caminos que la banda podría haber seguido a continuación; es, digámoslo de otro modo, la obra de una banda viva, una suerte de resumen o panorama de un futuro que jamás llegó (y que jamás iba a llegar, al menos si le creemos a Page que el siguiente álbum de Zeppelin iba a ser el proverbial "retorno a las raíces"... cosa que, pensada desde las producciones ochenteras acaso inevitables, podía haber sido terrible) .
Quizá lo mejor de "In through the out door", entonces, está en la aventura sónica concebible en sus canciones; está bien, no están todas a la altura, pero ¿qué preferimos? Zeppelin podría haber hecho otro disco que sonara bien y no añadiera un milímetro a su territorio...o aventurarse a través del desierto. Y eso fue lo que hizo: "Carouselambra" es acaso el mejor ejemplo, y sin duda poner al frente a John Paul Jones y a Robert Plant como compositores, dejando de lado a Jimmy Page, hasta entonces la principal fuerza si no creativa al menos si formateadora del sonido de la banda, fue en su momento una movida tanto inevitable (Page estaba en el peor momento de su adicción a la heroína) como arriesgada.
La canción más indudablemente "zeppelinesca" es "In the evening", la que abre el disco, lo cual parece una maniobra inteligente. Tras una intro abstracta y cargada de efectos suena un riff denso y a la vez predecible en la discografía de la banda, sólo que adornado por todas partes por capas y más capas de sintetizadores, como si Zeppelin se pasease por allí con un nuevo disfraz. Claro que el álbum no se beneficia especialmente de la canción que sigue, en tanto "South bound Saurez" (junto al rockabilly de "Hot dog") pasan por los momentos menos fascinantes del disco, pero con el experimento rítmico de "Fool in the rain" las cosas se ponen brillantes. En gran medida por la naturalidad con la que suena el polímetro de la sección principal (hasta el quiebre samba), con el piano y el bajo tocando en 12/8 y la batería (y la melodía vocal) en 4/4.
Pero es el lado B el mejor del álbum; tras "Carouselambra" suena "All my love" que, en su simplicidad casi resignada parece destilar sabiduría, como si llevara implícita tanto la nostalgia por aquellos tiempos de excesos virtuosísticos (la gira de "The song remains the same", por ejemplo) como la constatación y aceptación de la entropía. Es una canción más triste de lo que parece, digamos, pero también deja intuir una fuerza y una resolución que se imponen.
El final del disco, con "I'm gonna crawl", es quizá lo más dificil de pasar para un fan clásico de la banda (dejando de lado "Carouselambra" o, especialmente, su introducción), pero con tiempo y paciencia llega no sólo a ser fácil apreciarla sino que incluso parece ir ganando estatura con cada nueva escucha. Es, en cierto modo, una versión con sintetizadores del típico tema lento/épico zeppelinero, pero incluso en comparación con la impresionante "Tea for one" (en mi opinión lo mejor de "Presence") el manejo de dinámicas y la performance vocal de un Plant de voz ya erosionada lo colocan al nivel de "Since I've been loving you", a la vez que replantea el lugar del soul a la Wilson Pickett en la maraña de influencias de Led Zeppelin. Hay, de hecho, una suerte de ímpetu kitsch en la canción, también relativamente nuevo para Zeppelin, y es dificil en ese sentido no imaginar (en ciertas secciones de la canción) un baile de graduación a la "Carrie" (pero libre de sangre, aclaremos), lo cual es una manera interesante de pensar en el final de esa discografía que se abría con "Good times bad times".
Es cierto que, por sus logros individuales, "In through the out door" no está al nivel de "Led Zeppelin III", del disco sin título o de lo mejor de "Physical graffiti", pero en su espíritu inquieto y experimental -en el contexto musical de la banda, es decir- revela una vida que no aparece en los momentos más sombríos de "Houses of the holy", el ya mencionado doble de 1975 o casi todo "Presence".
Está por ejemplo "Carouselambra", al comienzo del lado B. Además de ser la segunda canción más extensa de Zeppelin (le gana sólo "In my time of dying") está claro que en su paroxismo de sintetizadores y en la multiplicidad y variedad de sus secciones se dibuja no uno sino unos cuantos caminos que la banda podría haber seguido a continuación; es, digámoslo de otro modo, la obra de una banda viva, una suerte de resumen o panorama de un futuro que jamás llegó (y que jamás iba a llegar, al menos si le creemos a Page que el siguiente álbum de Zeppelin iba a ser el proverbial "retorno a las raíces"... cosa que, pensada desde las producciones ochenteras acaso inevitables, podía haber sido terrible) .
Quizá lo mejor de "In through the out door", entonces, está en la aventura sónica concebible en sus canciones; está bien, no están todas a la altura, pero ¿qué preferimos? Zeppelin podría haber hecho otro disco que sonara bien y no añadiera un milímetro a su territorio...o aventurarse a través del desierto. Y eso fue lo que hizo: "Carouselambra" es acaso el mejor ejemplo, y sin duda poner al frente a John Paul Jones y a Robert Plant como compositores, dejando de lado a Jimmy Page, hasta entonces la principal fuerza si no creativa al menos si formateadora del sonido de la banda, fue en su momento una movida tanto inevitable (Page estaba en el peor momento de su adicción a la heroína) como arriesgada.
La canción más indudablemente "zeppelinesca" es "In the evening", la que abre el disco, lo cual parece una maniobra inteligente. Tras una intro abstracta y cargada de efectos suena un riff denso y a la vez predecible en la discografía de la banda, sólo que adornado por todas partes por capas y más capas de sintetizadores, como si Zeppelin se pasease por allí con un nuevo disfraz. Claro que el álbum no se beneficia especialmente de la canción que sigue, en tanto "South bound Saurez" (junto al rockabilly de "Hot dog") pasan por los momentos menos fascinantes del disco, pero con el experimento rítmico de "Fool in the rain" las cosas se ponen brillantes. En gran medida por la naturalidad con la que suena el polímetro de la sección principal (hasta el quiebre samba), con el piano y el bajo tocando en 12/8 y la batería (y la melodía vocal) en 4/4.
Pero es el lado B el mejor del álbum; tras "Carouselambra" suena "All my love" que, en su simplicidad casi resignada parece destilar sabiduría, como si llevara implícita tanto la nostalgia por aquellos tiempos de excesos virtuosísticos (la gira de "The song remains the same", por ejemplo) como la constatación y aceptación de la entropía. Es una canción más triste de lo que parece, digamos, pero también deja intuir una fuerza y una resolución que se imponen.
El final del disco, con "I'm gonna crawl", es quizá lo más dificil de pasar para un fan clásico de la banda (dejando de lado "Carouselambra" o, especialmente, su introducción), pero con tiempo y paciencia llega no sólo a ser fácil apreciarla sino que incluso parece ir ganando estatura con cada nueva escucha. Es, en cierto modo, una versión con sintetizadores del típico tema lento/épico zeppelinero, pero incluso en comparación con la impresionante "Tea for one" (en mi opinión lo mejor de "Presence") el manejo de dinámicas y la performance vocal de un Plant de voz ya erosionada lo colocan al nivel de "Since I've been loving you", a la vez que replantea el lugar del soul a la Wilson Pickett en la maraña de influencias de Led Zeppelin. Hay, de hecho, una suerte de ímpetu kitsch en la canción, también relativamente nuevo para Zeppelin, y es dificil en ese sentido no imaginar (en ciertas secciones de la canción) un baile de graduación a la "Carrie" (pero libre de sangre, aclaremos), lo cual es una manera interesante de pensar en el final de esa discografía que se abría con "Good times bad times".
Es cierto que, por sus logros individuales, "In through the out door" no está al nivel de "Led Zeppelin III", del disco sin título o de lo mejor de "Physical graffiti", pero en su espíritu inquieto y experimental -en el contexto musical de la banda, es decir- revela una vida que no aparece en los momentos más sombríos de "Houses of the holy", el ya mencionado doble de 1975 o casi todo "Presence".
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