Erik Satie, piezas para piano, 1995, Philips, Reinbert de Leeuw (piano)
Entre las diversas versiones de las obras para piano de Erik Satie, acaso sea la ejecutada por Reinbert de Leeuw la más fascinante. Cabría pensar, de hecho, que en su desempeño notoriamente marcado por el uso de tempos lentos o lentísimos, Satie queda devuelto a o reinstaurado en su condición de precursor/fundador de la música ambient (que habría quedado establecida desde el concepto propuesto por Satie de "música de mobiliario").
Basta con escuchar la versión de de Leeuw de las tres Gymnopédies para apreciar como la obra del compositor francés -fundamental para la música contemporánea, precursora del minimalismo y el serialismo, dada a las repeticiones, a la simplificación- prefigura la estética a la que Eno bautizaría "ambient" décadas más tarde: es ineludible la creación de una atmósfera, de un "espacio" o "paisaje" sonoro convocado por las sonoridades, timbres y texturas del instrumento empleado. De hecho, de Leeuw parece permitir que el sonido de cada nota del piano se extinga, se pierda en un concebible ambiente o atmósfera, justo al momento de hacer sonar la siguiente. El efecto, por supuesto, se pierde en interpretaciones de tempos rápidos, que terminan por convertir a las Gymnopédies en piezas de una música digamos más estándar o consabida, si es que cabe el término, resaltando las líneas melódicas (ligeramente disonantes) y la emotividad construida por estas en lugar de esa resquebrajada reverberación que producen los acordes que hacen a la base de las piezas, en el caso de la primera un sol mayor séptima y un re mayor séptima, que van ordenándose en una tonalidad que se mece entre la de re mayor y la de re menor.
Después Debussy se dedicaría a llenar esos espacios de la reverberación con las bellísimas texturas de su versión orquestal, pero al hacerlas regresar al piano para el que fueron compuestas -y con los tempos adecuados para que las notas suenen y resuenen- las Gymnopédies exhiben toda su melancolía y austeridad, hasta el punto que la tensión generada por el ambiente resultante llega a resultar tan inquietante como una pieza dark ambient.
Es posible que, de todas formas, sean las seis Gnossienes (término que puede derivar tanto de "Knossos" como de las diversas "gnosis" esotéricas del siglo XIX -o incluso las gnosis cristianas del siglo II dc). Se trata, en principio, de danzas de estética similar a la de las anteriores Gymnopédies, aunque la experimentación armónica es más acusada; la versión de de Leeuw, si bien resulta menos impresionante que la de las Gymnopédies, es de cualquier forma estremecedora.
Basta con escuchar la versión de de Leeuw de las tres Gymnopédies para apreciar como la obra del compositor francés -fundamental para la música contemporánea, precursora del minimalismo y el serialismo, dada a las repeticiones, a la simplificación- prefigura la estética a la que Eno bautizaría "ambient" décadas más tarde: es ineludible la creación de una atmósfera, de un "espacio" o "paisaje" sonoro convocado por las sonoridades, timbres y texturas del instrumento empleado. De hecho, de Leeuw parece permitir que el sonido de cada nota del piano se extinga, se pierda en un concebible ambiente o atmósfera, justo al momento de hacer sonar la siguiente. El efecto, por supuesto, se pierde en interpretaciones de tempos rápidos, que terminan por convertir a las Gymnopédies en piezas de una música digamos más estándar o consabida, si es que cabe el término, resaltando las líneas melódicas (ligeramente disonantes) y la emotividad construida por estas en lugar de esa resquebrajada reverberación que producen los acordes que hacen a la base de las piezas, en el caso de la primera un sol mayor séptima y un re mayor séptima, que van ordenándose en una tonalidad que se mece entre la de re mayor y la de re menor.
Después Debussy se dedicaría a llenar esos espacios de la reverberación con las bellísimas texturas de su versión orquestal, pero al hacerlas regresar al piano para el que fueron compuestas -y con los tempos adecuados para que las notas suenen y resuenen- las Gymnopédies exhiben toda su melancolía y austeridad, hasta el punto que la tensión generada por el ambiente resultante llega a resultar tan inquietante como una pieza dark ambient.
Es posible que, de todas formas, sean las seis Gnossienes (término que puede derivar tanto de "Knossos" como de las diversas "gnosis" esotéricas del siglo XIX -o incluso las gnosis cristianas del siglo II dc). Se trata, en principio, de danzas de estética similar a la de las anteriores Gymnopédies, aunque la experimentación armónica es más acusada; la versión de de Leeuw, si bien resulta menos impresionante que la de las Gymnopédies, es de cualquier forma estremecedora.
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