"A night at the opera", Queen, 1975, EMI/Elektra
No es que el cuarto disco de Queen sea apenas ecléctico y heterogéneo, sino que además de moverse en estilos diversos (prog, hard rock, pop, music-hall) propone como factor unificador la grandilocuencia, la exageración incluso y el humor desbordado. Conclusión: no es para cualquiera. El ímpetu barroco (hay que recordar que la ópera es un invento del barroco) está más presente acá que en casi cualquier otra parte, el prog más sinfónico incluido. Todo desborda, todo gesto estético está al borde de la saturación; se pasa de "Seaside rendezvous" (con su liereza de music-hall y su interludio humorístico con instrumentos imitados vocalmente) a, al comienzo del lado B, la épica prog (muy a la Rush o a lo que cabría después identificar como marca estilística de Rush) de "The prophet's song"; y hablando de excesos, uno de los momentos vocales más tremendos del álbum aparece en esta pieza, la sección canónica -ensamblada a partir de la voz de Freddie Mercury y distintos delays- la mitad.
Después está claro que todos esos registros quedan representados en la suite "Bohemian rhapsody", con su introducción, su segmento baladístico, sus juegos operáticos y la sección hardrockera o riffera; todo mantiene una cohesión pop, sin embargo, un hilo conductor que la separa de cierta apariencia de arbitrariedad de la que el prog a veces no logra escapar con sus cambios de compás, tono y tempo. En la suite de Queen, estos cambios logran parecer necesarios, justificados: los cambios de tonalidad (si bemol mayor, mi bemol mayor) van atravesando secciones y las modulaciones ocurren en el corazón de cada una de estas y se disparan al final (do menor, mi bemol mayor, fa mayor); del mismo modo, los cambios de compás (9/8 al comienzo, 4/4 después) En ese sentido "Bohemian rhapsody" es prog pop o, quizá, uno de los ejemplos de pop más legibles y amables con el usuario. Nada de lo que propone es arduo o dificil de decodificar, pero todo mantiene con el escucha una relación feliz y fluida de hermosura.
Es dificil que un disco pueda estar a la altura de una pieza semejante, y "A night at the opera" lo logra, especialmente con "The prophet" y con los dos números más pop: "Love of my life" y "You're my best friend"; además de una pieza más bien hardrockera ("Sweet lady") de primer orden, la dispersión genérica del disco parece diseñar una suerte de espectro de posibilidades tomadas humorísticamente o un poco más a la ligera, como haciendo espacio para las obras maestras sin perder el impulso heterogéneo; quizá muchas de estas composiciones ("Good company", "39", "I'm in love with my car") ganen considerablemente al ser consideradas en su contexto, más al menos que lo que valdrían por sí mismas, que no necesariamente ha de ser poco.
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